En el patio de mi casa paterna
Contaba mi papá, que en esta casa que compró a un tal Cogo en 1922, ocurre en el veintinueve la historia que le voy a contar, para ese entonces la alquilaba José vega que tenía un almacén de ramos generales en el salón de la esquina. Una noche habían dormido unos troperos, al otro día, cerca de la entrada del galpón que todavía está, se armó una pelea entre el capataz de la tropa llamado Rodríguez Rico y un tropero de nombre Fermín Andrade, por un reclamo de unos pesos por un trabajo, la discusión fue subiendo de tono hasta que el tropero ataca al capataz con una cuchilla, se traban en lucha y Rico le dispara con su 38 hiriéndole en la garganta de muerte. Uno de los testigos de la muerte fue Marcelo Cruz.
Ah, me olvidaba, en esta casa en la que estamos ahora hubo también una cancha de bochas, cuando tenían almacén Ghione y Cabrera.
La entrada vieja al pueblo
La entrada más vieja al pueblo era por acá (1), de ese paso a nivel que hoy está cerrado salía el camino hacia El Rosedal, se pasaba por delante de El Rocío y desembocaba en la Ruta 5 al lado de del corralón San Lorenzo. Cuando vinieron los primeros colectivos de La Florida (1) a Suipacha, entraban por acá. El paso a nivel en ese tiempo estaba abierto siempre, era un paso muy importante, lo atendía un guardabarrera, ahí supo estar uno que le decían el viejo La Pera, ese viejo era de apellido Rockoma.
(1) La línea de colectivos la Florida entre los años 1952 a 1953 tenía su parada de ascenso y descenso de pasajeros en la actual esquina formada por las calles Ferroviarios y Ángel Stábile. Hacían diariamente el trayecto Luján a Bragado y viceversa.
Cuando hicieron el medio pavimento
En ese tiempo, cuando compró mi padre acá, no era La Costa Brava, era el barrio de La Construcción, lo denominaban así primero, porque los ferroviarios que quedaron del campamento que levantó el ramal a Román Báez (2) construyeron sus casas. Para el años 1929 mi padre ya había comprado esta casa, al barrio le llamaban La Construcción.
La gente le puso La Costa Brava, porque antes de construirse este asfalto, había pantanos, que no podía pasar nadie, el dicho popular de la época era “la costa está brava”, para colmo pasaban todos los carreros que iban a La Vascongada (3) y los carros que venían de los tambos de La Martona para las fábricas La Vascongada y a la Beti Aurrera, hasta dos veces al día según la estación del año.
(2) Ferrocarril Habilitado en diciembre de 1907.
(3) Recibidora de leche sobre Ferroviarios entre Testa Díaz y San Juan.
El camino a Gorostiaga
El camino para Gorostiaga era el que estaba a la costa de las vías, de este lado del pueblo, arrancaba paralelo a las vías del ferrocarril y la quinta de Ireneo Moras rumbo a Chivilcoy. Pero era una cosa, que cuando llovía no pasaba nadie, era un camino muy bajo. Cuando vino el gobernador Manuel Fresco a Suipacha, estuvo acá conversando con los vecinos (4), era un hombre común.
Entonces había un hombre observando con nosotros, supimos por boca de él que había sido criado en Haedo y conocido a Manuel Fresco, ni sé cómo era el apellido, aquí todos lo conocían por el Negro Palacios, era un hombre que trabajaba de a caballo en la feria, en ese tiempo se llevaban los animales a la Tablada arreando por caminos de tierra, había resereadas siempre, tardaban más o menos tres días y otros dos para estar de vuelta.
Resulta que después que cuando vino el gobernador, andaba este hombre por acá y, entonces le dice a mi hermano que ya falleció, vamos a saludar al gobernador y mi hermano le pregunta ¿Cómo, vos lo conoces? y la puta, si cuando estábamos en Haedo andábamos jugando en los charcos en pata. El negro Palacios era muy conocido del gobernador Fresco, entonces se animaron y fueron a saludarlo.
El tren que trajo al gobernador había parado en el paso a nivel cerrado de Llera. Al verlo Fresco se alegró y se perdió en un abrazo con el gobernador, les preguntó cómo andaban y si tenían trabajo, a lo que mi hermano y Palacios le dicen que sí.
Entonces Palacios se animó decirle al gobernador “yo que lo veo acá, es que los caminos son malos”. El gobernador asintió con la cabeza y dijo que cuando él pasaba en el tren, veía que en estos caminos ni pasaban los perros, porque eran caminos muy desgatados y al tener tanto tránsito de animales en pie y carruajes empeoraban con el tiempo.
Yo cuando era joven, me acuerdo que había un montón de viejos que vivían cuarteando autos y camiones que se encajaban. Después el gobierno decide construir la Ruta Nacional 5 por iniciativa de Fresco en el treinta y pico. Al tenerse la nueva ruta este camino fue usado menos.
(4)Recordemos que este ejerció funciones entre los años 1936 a 1940.
Las cosechas a mano
Mi hermano le comentó al gobernador que acá se cosechaba por tanto a mano, tenía las manos duras de tanto juntar maíz. Se cortaban los linos para emparvar, la gente de acá no alcanzaba para hacer todo el trabajo, tenían que venir gente de afuera, venían correntinos y cuadrillas de santiagueños, eran casi los que más venían para la cosecha a mano.
Hoy ya con 91 años
Trabajé también en el negocio y fonda que tuvo Basilio Valderrama sobre la calle Fragata Sarmiento, es hoy la última casa habitada antes de los silos de Coincer.
Ahora, la mayoría del tiempo la paso en cama, mucho no puedo hacer, me ayudan mis hijos, me dedico a criar algunos cerdos, ovejas, gallinas y patos para rebuscármela un poco. Hago algo de quinta. Tengo dos o tres caballos.
Benito Lynch, personaje de largo anecdotario
¿Conoció a Don Benito Lynch? sí como no, se peleó Pedro Iribarne (5) por el cierre del paso a nivel de lo de Sagastume. Resulta que a ese camino lo atravesaba el paso a nivel que está más allá de la cabina del señalero, donde justo era lo del vasco Ignacio Sagastume. Iribarne lo hizo clausurar, dicen que cuando mandaban los radicales aprovecharon cerrarlo, porque esa calle que estaba ahí, más adelante pasaba por el campo de Pedro Iribarne. Entonces claro, al hacerlo clausurar no podía pasar nadie
Sí, yo lo conocí mucho a Lynch porque se surtía de mercaderías y de todo lo que necesitaba del almacén de mi primo Abel Squiave allá en Gorostiaga.
Era una persona de costumbres muy tradicionales, no era malo, era un hombre que si tenía que pelear con cualquiera peleaba, era más matón que la mierd…, venía a veces al almacén pero él no tomaba bebidas alcohólicas, cuando llegaba Abel, mi primo le llevaba la azucarera, la yerba y la pava, se las dejaba arriba del mostrador, ahí Lynch tomaba mate solo, mientras se iba surtiendo de lo que necesitaba para la estancia. A veces llegaba con una chata abierta tirada por cuatro caballos y cargaba tambores de kerosene, de nafta, mercaderías, alimentos, granos, recados, riendas, tiraba todo sobre el piso de la chata.
El que conoció mucho la estancia es mi sobrino Pocho Estévez, que le dicen Tonona, porque él siempre cuando llegaban las fiestas patronales de Suipacha iba al campo a buscar animales. Don Benito Lynch donaba una vaca o un novillo, así nomás. En ese tiempo, mi sobrino trabajaba en la Municipalidad y lo mandaban a buscar el animal donado, eso sí con el compromiso de devolver el cuero del animal faenado, no era por el valor, era para su control por si le roban algún animal, así iba a saber enseguida si era o no de la estancia; pero siempre donaba, le gustaba hacerlo, nomás esperaba que se lo pidieran.
(5) Fue Intendente Municipal desde 1922 a 1924
Trabajé en lo de…
Cuando me fui a trabajar al campo de jovencito, estuve dieciocho años de tambero con Ignacio Echave, para el lado de la estancia Santa Rosa, ahí tenía los campos don Ignacio. El tambo era de la firma Echave y Tellechea, también estaba el otro viejito Don Juan Echave. Yo era tambero, ordeñaba, el tambo se hacía a mano y al aire libre, no había galpones ni cobertizos, no había nada. Se ordeñaba entre el barro y en invierno con el frio se agrietaban las manos. Todos los días me despertaba a las tres y media de la maña para empezar a preparar el ordeñe del día. En verano hacíamos dos ordeñes, uno por la tarde, a eso de las tres, había que darle descanso a las vacas entre un ordeñe y el otro. Aprendí que cada vaca era distinta, había que conocerlas bien para sacarles provecho.
Cuando cumplí los cuarenta me fui a lo de Josefa Rossiter de Cánepa. En el sesenta y nueve alquilé un campo y puse un tambito. Ahí estuve trece años y en 1982 me vine acá, al pueblo.
La leche la llevábamos a varias partes, llevábamos a donde había una fábrica de Cerrella en Suipacha, en Gorostiaga tenían otra, estaba en la punta de un campo en donde justo después compró el Dr. Juan J. Myhal, para el lado J. J. García, funcionó unos años y luego fue cerrada.
El primer dueño de la fábrica fue Don Antonio Cerrella, era un hombre de contextura grande, andaba bien siempre con los tamberos, tenía mucha experiencia para tratarlos, después lo reemplazó su hijo Domingo que era un muchacho joven que empezó con nuevas ideas y muchas leyes para imponer. Fue tan exigente, que al último no le quedó ningún tambo, los tamberos se cansaron de sus imposiciones. Cuando Don Antonio Cerrella tenía que arreglar con los tamberos, los visitaba y les hablaba, siempre se ponían de acuerdo, en cambio Domingo nos decía “el que no está para la diez de la mañana acá se queda afuera”, entonces los que llegaban tarde no podían entrar a descargar la leche, sin tener en cuenta que muchas veces el día amanecía lloviendo, fulero, lo hacía retrasar al tambero en su entrega, no le importaba, a veces por minutos de demora no les recibía la leche. Que hacíamos, de ahí nos íbamos a lo de Esnaola, que siempre nos atendía y recibía la leche, todos íbamos para ese lado, al último tuvo que levantar la fábrica porque se le fueron los tamberos.
Fábrica de los Esnaola
Estaba ubicada sobre la calle del deslinde entre el Partido de Suipacha y el de Mercedes (En Franklin) (6)
Fabricaba de todo, producía dulce de leche, crema, quesos y dulces. Estaban muy bien organizados, tenían montes propios de membrillo para hace dulces, también sembraban batatas para elaborar dulce en pancitos. Sus quesos y membrillos eran consumidos en la Capital Federal.
Con el tiempo la familia Esnaola se fue a Buenos Aires y luego se vendió el establecimiento.
(6) Década de 1950
Asaltaron al quesero González (7)
Una noche fueron dos malandras de Suipacha, cuyos nombres no los voy a decir y asaltaron a ese pobre viejo que venía en charrete a vender quesos desde el lado de Almeyra. Vivía cerca del campo de Juan Sanguinetti, cerca de los campos de Héctor Zoni. El charrete era similar al que usaban los carniceros para transportar carne, con dos rueda, un asiento y tenía techo de chapa.
Resulta que al hombre lo engañaron de entrada, porque los que fueron a robarle habían dejado el auto, un Ford negro estacionado en la calle, ellos se metieron en el campo de a pié sin hacerse ver, era nochecita y como González oía torear los perros salió al patio de la casa con una linterna y con un revólver, pero los chorros eran hábiles cuatreros, le dicen señor no nos prestaría una tenaza y un pedazo de alambre que se nos quebró la vara del sulky, claro él era un hombre de campo, acostumbrado a ayudar al que lo necesitara, el hombre se entregó manso, se confió y resulta que cuando se dirige a un galpón a buscar lo que le habían pedido, lo agarran de atrás y lo tiran al suelo, González era chico de físico y rengo y lo ataron de las manos y pies y lo dejaron tirado.
A la mañana siguiente el vecino Sanguinetti oye que balaban las vacas, le resultó extraño, entonces le dice al boyero que tenía ahí de apellido Regina, agarrá un caballo y ándate a lo de González, a los mejor está enfermo y no dio agua a los animales. Cuando el boyero llega encuentra todo revuelto, se mete a la casa y lo encuentra al hombre tirado en suelo, golpeado y atado de manos y pies. Si Sanguinetti no se daban cuenta se podía haber muerto. Le robaron todo, tenía unos hermosos emprendados de plata que guardaba con cariño que había usado en su juventud, le robaron dinero, cuchillos, recados, monturas.
Con el tiempo se supo que habían sido A.B y R.T, tiempo después al primero lo mató la policía en un enfrentamiento en Mercedes. Contra esos tipos como pasa siempre, nadie quiere hablar, porque eran capaces que una noche te esperaran y mataran.
Vea como son las cosas, no hay robos perfectos, unos muchachos del finado Rosli que estaba en lo de Abella, lo vieron pasar, era un Ford de los negros y antes también lo habían visto parado en la calle cerca de lo González, los tipos vinieron con el cuento de la rotura de la vara del sulky.
El malandra A. B. anduvo por muchos años prófugo de la justicia, era primo de su compinche R.T.
(7) Década el sesenta, el entrevistado no pudo precisar el año del robo.
Abran cancha, que vienen los pingos
Zanardi tuvo un boliche en las Quintas (8) en la punta de la antigua calle que hacia de cancha de cuadrera, hoy Tucumán. Un domingo por mes se corrían carreras de caballos. Justo en ese lugar tenía un humilde almacén y boliche más cancha de bochas.
Continúa Totino diciendo: era famoso por su dicho “abran cancha, abran cancha…” pidiendo despejar la pista porque venían los caballos corriendo. Antes en ese lugar se había vendido nafta de tambores para los autos que pasaban, era el camino real a Mercedes.
Al hijo del viejo Zanardi, le decían Coco y fue guardia cárcel, después le dieron de baja porque se le escapó un preso, estuvo muchos años en una quinta de mi propiedad, me acuerdo que rengueaba de la pierna derecha. Uno de mis hermanos siempre me decía que tuviera cuidado con Coco, porque si alguno en el día de mañana lo aviva me podía hacer un juicio, diciendo que lo había puesto de cuidador y le iba tener que pagar y para eso vas a tener que vender el campo, pero eso nunca paso gracias a Dios, fue un ocupante de mi quinta sin ningún tipo de problemas.
(8) Década de 1950
Bernal Zanardi
La madre de Coco Zanardi tenía una historia bárbara, fue docente, casada con Pedro Guarizola, ella era Bernal de la misma familia de Mariano Bernal, que vivió en el tiempo de María Castañas, cuando estaba el que le decían el restaurador Rosas.
Estos tenían veinte mil hectáreas que les habían donado Rosas por servicios prestados durante su gobierno, era toda una fortuna en tierras. Le sigue a Mariano padre un hijo de igual nombre, no olvidemos que Rosas llamaba a uno sus hijos adoptivos también Mariano, era su nombre predilecto.
Contaban viejos vecinos haber oído historias, que al campo de Mariano Bernal llegaban en la época rosista, partidas de milicos de la guardia provincial a buscar fugitivos unitarios, se quedaban unos días en la estancia y luego seguían con la búsqueda de contrarios al gobierno.
Había también otros Bernal en la punta del partido (Bernal de Jones) que conservaron hasta la década del setenta, eran dos fracciones de campos en el Cuartel IV, cruzados por la Ruta 43 (provincial) hacia Chacabuco.
El campo que ocupara uno de sus descendientes, el señor José Manuel Bernal fue vendido.
Don José Bernal último propietario de la Estancia Tres Marías conservaba en el comedor de la vieja estancia colgado de la pared un viejo sable de la confederación.
Doné un novillo
Siendo presidente don Alfredo Mac Loughlin de la Sociedad Rural de Suipacha (9), compraron a Marroquín y Cordoni el remanente de tierra que había quedado al cortar la Ruta 5 al establecimiento La Oración.
El terreno elegido era bajo e inundable. Para armar los corrales se les pidió a los ganaderos que donaran un novillo para que con ese dinero recaudado con su venta, se destinara para construir un corral.
Yo doné un novillo, de esa manera se fueron construyendo, cuando rellenaron el terreno de la feria los alambrados de los corrales quedaron bajos.
(9) Presidencia 1969/1970
Bueno Totino, muchas gracias por la entrevista que me concedió y por ser tan amble.