Miradas

Reminiscencia de la Calle 14 y más

La  ex Calle Nº 14 lleva el nombre de Combate de San Lorenzo, en homenaje a la batalla que se desarrolló contra los realistas a veintiséis kilómetros al norte de Rosario, el 3 de Febrero de 1813, de gran trascendencia histórica, porque recibió su bautismo de fuego el Regimiento de Granaderos a Caballo creado por nuestro héroe máximo.

Mientras nos quede un poco de lucidez, volvamos  la vista hacia nuestra adolescencia, que siempre nos parecerá maravillosa. Seguramente, algunos rincones marcaron momentos en nuestras vidas, plazas en donde nos encontrábamos con nuestro amor, cuando  nos despedimos la última vez, el colegio  secundario, el barrio en el que  juagábamos, nos despiertan anécdotas. Es importante destacar que me considero dichoso por haber vivido en una época en la que la capacidad de asombro aún existía.

Mi relato tiene como escena  un  recorrido de cinco cuadras por Combate de San Lorenzo,   desde su punto de nacimiento, en la  intersección con la Ruta Nacional Nº 5 y desde allí se dirige  al noreste atravesando perpendicularmente  las calles 1º de Mayo, Belgrano, Rivadavia, San Martín, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, San Luis, Dr. Cusa y  Santiago del Estero y se encuentra  con la Calle Nº 43 -de tierra-   sitio en que muere.

Cuando la fundadora del pueblo  fijó el ancho de las calles en 1875, solicitó que fueran  de 20 varas de ancho  y no de 17 ½ varas, es decir equivalente a 16,70 metros, aduciendo que  así lo aconsejaban las reglas higiénicas y de belleza.

Siendo Intendente Municipal Don  Alberto Billourou (1936/40), fue resistido el programa  de pavimentación de las calles del centro por la Unión de Propietarios de Bienes Raíces,  presidida por el comerciante  Domingo Cirigliano, los que alegaban el excesivo costo de la obra. Luego de muchas discusiones, recién en 1937 se habilitó el pavimento en presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires Don Manuel Fresco. Finalmente la administración municipal  fue construyendo veredas mediante el llamado a licitación pública. En la década del cincuenta las  veredas eran  anchas, algunas sólo de  tierra, otras construidas de  ladrillos y la menos  de baldosas; incitaban a los niños a jugar  con sus trompos, bolitas  y  figuritas, mientras que las familias  sacaban sus sillas para sentarse  en la puerta   en las noches de verano. Hoy esas  veredas son mudos testigos del paso del tiempo, lo prueba  su deterioro y las heridas del progreso dejadas por las obras de agua, cloacas y gas, que constituyeron un importante paso para mejorar  el nivel de vida de aquel entonces.

La cantidad de césped que cubría la línea municipal  y la variedad de las especies del arbolado público caracterizaban de manera particular el paisaje. En las fachadas de los edificios prevalecía el color mate,  por las mañanas la luz se reflejaba con intensidad.

El acceso por Combate de San Lorenzo  fue pavimentado y habilitado al tránsito a fines de 1953, durante la intendencia de  Don Oscar José Delfino. Fue iluminado, colocándose  cada cien metros lámparas de 500 bujías. A partir de ese año, comenzaron a ingresar los  colectivos de media distancia   “La Florida”  y a salir  los camiones termos que llevaban la  leche fluida a los centros de consumo.  A  la empresa de micros le habían fijado  su parada en la vereda de la confitería “La Ideal”; dejándose sin efecto  el ingreso al pueblo por la  calle Ferroviarios que bordea el  barrio La Costa Brava. La cantidad de pavimento construido a la fecha alcanza los 1900 metros lineales y sus desagües  siguen tan críticos como antes. Durante la  misma administración comunal (Período 1952/1956) se procedió a renovar el viejo arbolado de  plátanos por fresnos americanos, colocándose catorce árboles de cada lado, separados  a 7,15 metros uno del otro, con la intención de que formarán en el futuro arcos de sombra.

Es importante decir, que la inmigración italiana hizo su aporte técnico a la arquitectura en Suipacha,  con sus fachadas lisas, decoración de laterales de  puertas y ventanas, utilización de molduras y la clásica balaustrada que coronaban a los edificios. Se podía  captar el alma de la calle, fue un crisol entre  estilos antiguo y moderno. Muy  pocos  letreros comerciales, postes de teléfonos evitando la maraña de cables. Por las mañanas el sol daba sobre la vereda del lado noroeste; a la hora de la siesta  la sombra de los  fresnos  incitaba n a salir de las cuatro  paredes del hogar para disfrutar  la suave brisa.

La zona de la Plaza Balcarce, desde la creación del magisterio -1959- y el comercial -1962-, de lunes a viernes antes de las ocho de la mañana, la calle  abría sus ojos y hasta se escuchaban   que los zorzales cantaban en los jardines aledaños. Al medio día el desplazamiento de los estudiantes rompía  la monotonía con sus cantos, gritos y alegría. Mientras que los placeros Inocencio Luna y Cipriano Velázquez arreglaban las innumerables  flores que adornaban los jardines con vocación maternal. Fueron celosos custodios del cuidado del césped de las pisadas intencionales.

En  Semana Santa, las damas  Hijas de María  adornaban la Iglesia con  ramos de olivos, tapaban a los santos con  crespones negros en señal de duelo y al tercer día a las tres de la tarde se  oía el  repique de las campanas anunciando que el Señor había resucitado.

La Intendencia Municipal  había prohibido  la tala de los árboles, sancionando a quienes lo hicieran con fuertes multas. De esta manera se echaba por tierra los argumentos de quienes decían que quitaba el sol,  que las raíces levantaban las veredas y que ensuciaban con sus hojas el piso. Esta sabia decisión, permitió  conservar las copas y la belleza natural. En algunos lugares las ramas de los árboles  se unían con los de la otra vereda,  creando  paseos de ensueño.

El servicio del tanque regador comprendía dos  recorridos, el primero a las seis de la mañana en verano y el otro, después de la cuatro de la tarde.  El silencio de la cuadra era alterado de vez en cuando por el ladrar de los  perros, que se peleaban por revolver la basura en busca de comida, la situación se agravaba  al colocar los vecinos  en el piso los  cajones con los residuos domiciliarios, lo que  acrecentaba notablemente  la presencia de perros vagabundos.  Por las noches, era habitual oír el barullo que generaba la escoba mecánica de la barredora tirada primero por caballos; luego por un tractor. Los barrenderos con pala, escoba y carrito de recolección, en la mañana siguiente completaban la limpieza.

En el año 1948 se iniciaba la señalización de las calles, indicándose el nombre en placas rectangulares de metal color  azul,  escrita la denominación  con letras en blanco; bastaba  levantar la vista para leer el nombre,   las chapas estaban  clavadas bien alto en las paredes de los edificios,  en  cada esquina. Mientras que  las ovaladas de  fondo blanco con números en  negro avisaban de  la altura de la calle.

Desde la esquina de mi casa, en 1º de Mayo,  podía apreciar a las máquinas de vapor que bufaban desbordando energía, expulsando sus fumarolas de vapor de agua, con sus altas ruedas infundían temor, veía sudorosos a los fogoneros por el calor de las calderas. En  mi casa y en las otras de la vecindad,  el pito de la locomotora anunciaba el paso del convoy  o  que algún animal había eludido el guardaganado; mientras que los vidrios y cristales vibraban.

En la vereda de ladrillos de mi casa, siendo niño  jugaba a que realizaba largos viajes  con un camioncito de madera tirado de una cuerda; como era despareja debía sortear un sin número de dificultades y obstáculos para hacerlo deslizar.

La eliminación progresiva  de tierra, privó  a los niños de contar con una franja de césped, para armar sus arcos cuando jugaban con las pelotas de goma, era muy difícil acceder a una de cuero por su costo.

En  la esquina de 1º de Mayo, el anegamiento ante una lluvia de magnitud provocaba desbordes, el agua llegaba hasta las escalinatas de los zaguanes, duraba varias horas, por la insuficiencia de los desagües pluviales para conducir el exceso hacia la zanja de la vía del ferrocarril. Otro inconveniente, era que si se pasaba muy rápido con un automóvil, generaba olas y el agua se metía en las casas y si se le  mojaban las bujías automáticamente quedaba detenido. Me considero un afortunado,  me gustaba  chapotear descalzo en el agua estancada, armar barquitos de papel y mirarlos mientras se alejaban.

Caminando por la calle, era posible conocer la familiar fisonomía que  animaba la cuadra, se podían  apreciar abrazos efusivos en plena calle, saludos de una vereda a otra, todo era bullicio, movimiento;  la vida después de las diez de la mañana se  transformaba  con la llegada de los carreros guiando a sus cadeneros, sentados en el pescante vestido de bombacha, botas de goma y boina.  Fueron el terror de los conductores de automóviles, la espantada de los  caballos casi siempre generaba rapaduras en  guardabarros de los autos estacionados y discusiones interminables, que terminaban en denuncias policiales. 

Si se pasaba  a media mañana,  por las esquinas de Belgrano o  Rivadavia, dos altavoces de la Publicidad Sarmiento,  salían al aire a las once  y a las seis de la tarde con noticias de interés, publicidad  y música. Fueron sus dueños Néstor García y Juan Carlos Ayes.

En los carnavales, en la esquina de San Lorenzo con Rivadavia,  en época de auge supieron de disfraces y aguas perfumadas; pequeñas murgas desfilaban  y detrás  de éstas austero carruajes adornados. Siempre fue una celebración que generaba discusiones y peleas por el uso del agua.

Adentrándonos en  nuestra patria chica, el 28 de Febrero de 1931 los restos de la madre Leonor Maturana de San Luis fueron enterrados en el atrio del templo; una placa blanca de mármol con una inscripción recuerda su trayectoria. Del otro lado, la acompaña el  cuerpo del fallecido Padre Tomás O”Brady,  sepultado solemnemente en el portal de la Iglesia  el 21 de Abril de 1940.

Una de las primeras construcciones  que acompañó el crecimiento del pueblo fue la Iglesia. En la década del noventa se demolieron los muros con rejas  del perímetro de la Iglesia  y se demolió el monumento a la fundadora que existía en la esquina, consistía en un pedestal con una placa de bronce en su centro y un cantero estrecho construido en la ochava.   El maestro alarife  que construyó  el artístico y original monumento fue el señor Juan Valencia. La Iglesia integra el patrimonio cultural y religioso de Suipacha,  de estilo gótico romano,  en su parque sobresalían  los pinos por su gran altura. Sus cuatro relojes carrillón reproducen las horas con sonoras campanas y de esa manera las personas podían controlar la hora de su reloj al pasar frente la torre de la Iglesia.

La calle Combate de San Lorenzo, atraviesa el corazón del barrio conocido como el Centro,  fue doble mano, cuando se estableció la primera ordenanza de   tránsito. En la década del sesenta, comenzó a regir un solo sentido de circulación que permitió agilizar el tránsito y se ordenaba la  restricción de los cadeneros, lo que  resolvió un problema de orden estético  e higiénico con la eliminación de la bosta en la citada arteria. Se prohibió el tránsito de vehículos a tracción de sangre.

Ahí en la plaza, inicié mis primeros juegos a las escondidas, al vigilante y ladrón y a la gallinita,  inicie mis primeras amistades y el flirt en secreto. En sus bancos de mármol disfrutaba de tertulias sin mayor trascendencia con amigos y amigas. En la rotonda leíamos nuestras revistas preferidas. Durante la administración municipal del señor Miguel M. Mujica, se instaló en la rotonda  de la plaza,  una farola que irradiaba música antes del mediodía  y por las tardes. Siendo pequeño, de la mano de mi madre fuimos testigo de noches de corsos, de cánticos y vivas en la esquina con Rivadavia. Si uno se paraba o se sentaba en el banco de la plaza colocado frente a la entrada del colegio, podíamos distinguir las pupilas amigas que salían al recreo. Eran breves minutos, hoy me parecen maravillosos e inocentes.

También frente a la plaza, a cien metros  por San Martín, la repartición policial   había establecido un control adicional  en  la parada de colectivos,  uno de los agentes de facción fue Mario Mouzzón y la recorrida de los sargentos Bella gamba  y Sanabria.

Mientras camino veo como el pasado y el presente se mezclan de una forma extraña en su recorrido. Esta fue  una etapa de nuestras vidas en la que todavía prevalecía el saludo de vereda a vereda y las conversaciones en los zaguanes, los que  permanecían abiertos todo el día. Todas las tardes de verano, los propietarios de los bares colocaban en la vereda mesas con cuatro sillas  para atender la clientela. Los jóvenes  al salir del trabajo, se reunían  antes de  cenar  con los amigos a jugar a los naipes  y/o  a  tomar un vermut en la confitería  o  en  la fonda del barrio; antes de irse tomaban un café.

Después de cruzar Rivadavia, a media cuadra de la Iglesia, donde hoy se levanta la capilla del   Colegio de Hermanas Carmelitas de la Caridad,  en los años veinte existió la Casa Municipal y la Comisaría de Policía.  De esos dos edificios nada se conservó, fueron demolidos sin pena ni gloria. Poco importó el significado arquitectónico que simbolizaban,  quedaron a la vista soportes de faroles y estructura de antiguos calabozos.

La calle Combate de San Lorenzo, cuyo nombre es preexistente a la ordenanza general, nombre que la administración del Dr.  Baroni mantuvo,  prefirió mantenerse porque conjugaba con el espíritu de la Patria. En 1943 hubo un homenaje organizado por el comisionado municipal  Don Fermín Salaverri (7/43 a 11/7/44), a sugerencia de una organización civil local con afinidades castrenses, quedando el acto protocolizado en los registros municipales y culminando con la colocación de una placa de bronce sobre la pared a metros de la esquina del colegio, que aún se puede apreciar a simple vista. En cuanto a la denominación de los sitios públicos y de otras calles, las autoridades  respetaron el principio de conservar los nombres tradicionales o típicos del lugar. En el caso de  la nomenclatura de las calles de Suipacha aprobada en 1948, se tomaron nombres que son fundamentales en la historia y geografía del país; con el tiempo se fueron incorporando nombres de personajes locales.

En el año 1967,  un grupo de comerciantes con espíritu emprendedor, convencieron a   los vecinos que vivían en la inmediaciones de la necesidad de poner en la cuadra  el  alumbrado a gas de mercurio, para eso se dedicaron  a juntar fondos, organizaron  distintos eventos para materializar el proyecto. Se organizaron tres kermeses al aire libre utilizando como pista de baile,  el tramo de la calle entre 1º de Mayo y Belgrano. Finalmente se reunieron los fondos necesarios,  se pudo contar con las luminarias para dos cuadras y media, se colocaron los artefactos desde el paso a nivel del ferrocarril hasta la esquina con Rivadavia. Las luminarias fueron ubicadas  en cada esquina y a mitad de cuadra, su mantenimiento estuvo  cargo de DEBA.

CAPITULO I

La calle Combate de San Lorenzo es el eje principal que  divide en dos  la ciudad de Suipacha; es un muy buen lugar para comenzar una visita por ésta; ahondando en la fisonomía del lugar y en su gente, eso sí,  algunas escenas  contadas ocurrieron un poco antes o después del presente relato.

Del lado oeste, antes de la subida del paso a nivel, existía la zapatería de Don Juan Ríos;  tiempo después, al morir éste Don Juan Caballero  instaló una venta de garrafas, cruzando la calle  una  manzana  baldía lindera a los terraplenes del ferrocarril. En 1973, abre en este sitio sus puertas el Supermercado Barilatti, el mas anhelado emprendimiento de  Héctor «Bebe» Barilatti.

Desde antaño la empresa Ferrocarriles del Oeste, contrataba matrimonios para atender las barreras, vivían en una casilla provista, abrigada y con comodidades. Otra más pequeña, ubicada cerca de las vías mirando hacia  la estación, en donde los empleados ferroviarios esperaban el paso de los trenes. Estas garitas estaban construidas con madera fuerte y recubierta de chapas de cinc, un timbre que se hacía sonar desde la estación de trenes les  anunciaba la proximidad de un convoy. La última familia que vivió en el paso a nivel, fue el matrimonio  de Don Bernabé Calvo  casado con Josefa Porras.

Tiempo después, debido al  incremento  del tráfico de  pasajeros  y al mayor volumen de mercaderías y encomiendas hacia la  Capital Federal, aumentaron las frecuencias de los trenes,  motivo  por el cual  la atención de la barrera se dividió en  tres turnos rotativos  de ocho horas cada uno,   a cargo de los guardabarreras  Maran (El Rubio), Granero y Mario Ferrando.

Siguiendo hacia el norte, bajando del paso a nivel a la derecha,  limitaba con las vías el bar y despensa de Lucía Luchetti de Zaurdo, mujer ésta  que llegó a vivir cien años de edad; el negocio era atendido por su hijo Luis,  quién fuera asesinado una noche fría del mes de  junio del año 1959,  causando  conmoción en nuestra pequeña comunidad.  En lo que afecta a mi persona, me asusté mucho, ya no podía ir a comprar los caramelos y el  chupetín parecido a un fideo fusile.

En nuestro país, la década del cuarenta fue considerada como el período de las exportaciones de pieles, lanas y cueros,  razón por la que  abrió sus puertas la casa de acopios de frutos del país del señor Blas Falabella, en la esquina de Combate de san Lorenzo y 1º de Mayo. Más adelante,  Falabella vende el inmueble a la firma Castellani y Cía. de la ciudad de Buenos Aires. En el año 1948, la  alquila Amadeo  Cappucci, en donde inicia sus actividades comerciales abriendo una despensa y fiambrería.

Cabe señalar,  que el autor de la nota nació y se crió en dicha vivienda, por consiguiente conserva  en su memoria recuerdos agradables. Hoy al pasar, me parece recordar a mi papá sentado en el umbral del negocio con sus vecinos  de entonces: Bustos, Guarizola y Goitía.

Del lado oeste, lindando  a las vías vivía Juan A Tino, que era  socio de la firma Donatti e Invernizzi SRL. Caminando  en dirección hacia la esquina, en la misma vereda, Romualdo Ireneo Diehl  que atendía  una verdulería y  carnicería. En la esquina la finca de  Edelmira Seira,  que en su perímetro exterior tenía un cerco de ligustrina muy tupida de 1.30 de alto, prolijamente podada, era admirable como el cerco vegetal,  soportaba  tanto los veranos como los inviernos; formando al fin de la primavera racimos de flores olorosas de color blanco. En la vereda de la esquina, sobre la línea municipal – tierra – con frente a 1º de Mayo,  tres plantas de moras blancas,  que daban frutos de forma ovalada, carnosos, blandos, agridulces de color morado.

La señorita  Edelmira Seira fue una periodista  de hábil pluma, ejerció la   dirección del diario “La Lucha” de la Capital Federal, desde el año 1951 hasta 1955, informando acerca de las actividades en general del país. Al ausentarse ésta de Suipacha, en el año cincuenta vendió su casa a don Pedro Guarizola.

Paralelo a lo de Seira, cruzando la calle, sobre la acera oeste la  propiedad de Orlando Vallone y Scarate, en la que residía la familia de Juan Nihel,  transportista de ganado que tenía por costumbre, después de lavar su camión estacionarlo sobre 1º de Mayo muy cerca de la esquina.   Lo que más me atraía eran los numerosos orificios en las pared que habían sido dejado por  los albañiles al construirla,   en donde  anidaban gorriones, despertando el interés de los niños que querían escalarla para  sacar los pichones. Cabe resaltar que este inmueble fue demolido,  en el año 1913 fue elegido por la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Caridad para residencia de las monjas  y para el funcionamiento del colegio primario, habiendo sido su matrícula inicial de cinco niñas.  

En  Combate de San Lorenzo y 1º de Mayo, sobre la acera derecha en dirección a la plaza, la sastrería  de confección de  prendas de vestir para hombres del señor  Eldo Nerín  Stabile.  Es importante recordar que en esos tiempos, los trajes se hacían a mano y por encargue, para ello se debía solicitar un turno con anticipación.  Lindaba con  una casa de inquilinatos en la que supo vivir    una  enfermera que trabajó en el hospital local. Pegadito a ésta,  la verdulería y frutería de  Saverio  Parisi, quién acostumbraba a exhibir los cajones de frutas y verduras en la vereda, de las que emanaba una agradable fragancia.  Un empleado de la verdulería, era  Abdón David,   un hombre dócil, crédulo, amable y muy cariñoso con los niños. Seguía  en la misma orientación y línea  la Tornería del Nene Quilici,  que realizaba trabajos en un torno de  alta precisión. Contiguo a ésta, el inmueble  de la docente Doña Adelina Vitellini de Cordoni,  que había sido maestra en 1918 de mi papá en segundo grado. Fue una dama muy culta y siendo ya mayor,  se  sentaba por las tardes en la puerta de su domicilio.

Después del que fuera el albergue de las monjas,  enseguida  vivió  Juancho Rossi casado con Tita Quilici, había sido  empleado del correo y presidente durante varios períodos del Club Sarmiento. Al jubilarse,  para obtener mayores ingresos, alquiló parte de su casa a la tienda “Blanco y Negro” de Chivilcoy.  Inmediatamente a la tienda,  el taller del zapatero preferido de las abuelas, quién   atendía con singular simpatía, el inefable Juan Carlos Ayes. A escasos metros  la carnicería de Cordoni, que a principios de los cincuenta  fue de los hermanos Erreguerena. Estos acostumbraban abrir sus puertas a  las cinco y media de la mañana y  comenzaban a despostar.

Si les interesaban las armas,  al ladito de la carnicería, funcionaba la  armería del  Bebe Peláez. Después un local de ventas de artículos del hogar de  Arenas de la ciudad de Mercedes; al  cerrar la casa de venta de electrodomésticos,  el señor Lorenzo Erreguerena  con su esposa Rosita, abren   una despensa que tuvo mucho éxito comercial.

Cuando agonizaba el año 1875,  Doña Catalina Salomón  de Espina compraba  un lote de terreno  a la fundadora del pueblo, instalando con su marido Francisco Espina un taller de cenefas.  En la década del cincuenta, la casa fue habitada por la familia del  Dr. Agustín Lizarribar, bioquímico  de la farmacia  de  Teodoro Caballero. En la  actualidad ese  inmueble pertenece a los sucesores de Lorenzo Erreguerena, que llegaron a tener un puesto de venta de diarios y revistas. Lo que más me agradaba de esa casa, era ver el tapial sobrepasado por las ramas  de un ceibo bellísimo en floración;  sus flores racimos  llamaban su atención por su color rojo carmín.

Caminando  hacia  la esquina formada con la calle  Belgrano, se encontraba la gomería de Pedro Guarizola y Conrado Ribet,  representantes de los neumáticos Good – Year.  En ese mismo  local después abrieron  sus puertas, las despensas que pertenecieran  al  Gordo Prats y  a Quique Lonzan en distintos períodos. Llegando a la esquina estaba la tradicional peluquería del  italiano Pedro  Scardella;  oficiaba de ayudante su hijo Orlando. El edificio de la peluquería  ofrecía a los transeúntes un inesperado  lugar de descanso,  una  ventana ciega dispuesta en la pared cerca de la esquina,  que en la parte superior ostentaba  un arco de medio punto y  un  umbral  en donde nos sentábamos a con Daniel Arteche  a conversar. Otras  veces, era ocupado por Martínez Lara (El Loco), que  con su perrito  simulaba  sostener imaginarias conversaciones. Muy próximo, sobre la acera derecha en dirección a la confitería la Iglesia, funcionó  la carnicería de Olinto Quilici y más tarde la  de su hijo  Carlos.   

En el cruce con Belgrano,  sobre la vereda este, se construyó la  estación de servicio de combustibles  YPF con  lavado y engrase para  automóviles a cargo del señor  Garrone;  allí  también abrió un taller mecánico  Ángel  Angera.

En la misma intersección, haciendo cruz con la estación de servicio YPF, existió una fonda cuyo edificio data de principios de 1900 atendida por su dueño Don Carlos Colombo; tiempo después fue vendida a Cecilio Suárez, que en su vida particular se destacaba por la forma de hablar de la música; Hoy el inmueble continúa en pie, pero se le ha eliminado la balaustrada por peligro de derrumbe. En los días jueves se exhibían  películas en el cine, la gente que venía de la zona rural iba a cenar a lo de Cecilio antes de ir a la sala de cine, disfrutaban de una cena rápida.

 En la década del setenta se acercaba gran cantidad de gente a las  confiterías bailables que abrieron en ese lugar, lo que fue toda una innovación en la diversión nocturna de los jóvenes suipachenses. En un pequeño anexo  a  la ex – estación de servicios YPF,  abrió la confitería bailable “Neos”, que duró poco tiempo por lo reducido del espacio físico.  A pocos metros, en el edificio que fuera fonda funcionó  la confitería bailable “Osiris”, atendida por sus dueños señores Jorge Cross y Ricardo Carretto.

Se dejaba ver  a mediados de 1880  la primera farmacia de Pedro Amaratone en la esquina de Combate de San Lorenzo y Belgrano denominada “La Ítalo Argentina” que   luego fue transferida a José Manera, en el mármol  de  sus vidrieras  se puede leer en letra cursiva la palabra “farmacia”.  En los años cincuenta Don Francisco Altamore  fue el propietario de un bodegón, al que asistían numerosos parroquianos, uno de ellos cuando se ponía melancólico comenzaba a tararear décimas acompañado de una vieja guitarra, tenía talento para hacer reír y distraer a la concurrencia. En los años  sesenta Don  Juan Camalero, se  instalaba con  un negocio de venta de juguetes y bazar.

A propósito de esta juguetería, me viene a la memoria  un risueño episodio;  con la  plata que había juntado en  el reparto de las estampitas de mi primera comunión  – 8 de Diciembre de 1958 – me compré mi primer y más  hermoso arbolito de navidad que adornaba la vidriera del bazar.  Años después Don Juan Gamaleri  cambia de rubro,  abre  un restaurante al que concurría siendo adolescente por ser amigo de su hijo Luis. Lindaba hacia el norte con la vivienda de Don Pascual Vitellini, descendiente de una tradicional familia, era la única que tenía terraza en la cuadra. Don Pascual Vitellini perteneció a la escuela de constructores de 1890, se dedicaba a confeccionar planos y elaboraba proyectos civiles.  

Haciendo un pequeño desvío hacia Belgrano 307, un cartel indicaba que a escasos metros existía la fábrica de refrescos y aguas gaseosas de Ángel Arenas, que  venía  operando comercialmente desde principios del  Siglo XX.

En la década de 1890 las amas de casa se trasladaban a comprar el pan a la panadería “Ítalo Argentina”; ubicada en la calle Combate de San Lorenzo al  Nº 565 y, sesenta años más tarde se reabría una panadería  llamada La Espiga de Oro del señor Horacio Gaspar Álvarez de la ciudad de Chivilcoy.  El autor al respecto tiene muchas añoranzas, recuerda que  cuando volvía  de los bailes se sentía tentado con un pan calentito recién salido del horno, justo cuando el reloj de la Iglesia comenzaba a hacer sonar sus campanas a las ocho de la mañana.

 Durante el  gobierno de Perón,  se alentaba la instalación de fábricas livianas, aquí en Suipacha nació la fábrica de envases de masitas que operaba bajo denominación social  “El Gran Oeste Argentino”, siendo sus socios principales Invernizzi, Tino y Castoldi. Esta  empresa llegó a ocupar un importante número de  mujeres y hombres en su planta. Fue motivo de quejas de los vecinos,   por el ruido  de las máquinas que interfería con el descanso.

Continuando con nuestro recorrido, observamos que antes del portón de chapas de cinc del templo, se levanta una  vivienda de ladrillos a la vista en donde vivió Don Juan Barat, que en vida fue socio de una de las principales firmas comerciales local y a la vez tesorero del Club Comercio por varios años e integrante de varias comisiones de instituciones de bien público. Su hija Marta,  dirigió desde muy jovencita  una academia  que enseñaba solfeo y a ejecutar el piano.

Después de la casa de Barat, el portón de la Iglesia por donde el cura Brady  ingresaba su auto a la cochera e inmediatamente se construyó la capilla lateral  para oír misa debido al reducido  espacio físico en la nave central.  En Semana Santa el templo católico desbordaba de fieles.

Les cuento una experiencia  que por cierto me resulta muy grata: el Revdo. Padre Luis S. Brady, fue el sacerdote que  me bautizó, me dio clases de catecismo, me preparó para la primera y segunda comunión, finalmente  participó en mi confirmación, bendijo mi matrimonio y el  hogar que hoy habito.

En la vereda  oeste, al frente del templo vivía la familia  Bassi, el edificio aún tiene  en el centro de la fachada un escudo que constituye una belleza, que muchas veces pasa inadvertido y no se destaca. Es obra de un destacado artesano, que en forma de relieve adornó la pared con mayólicas blancas  y dibujos en  azul, lleno de significados ocultos.  Además Doña Santina Bassi  casada con León Cirigliano, fue vicedirectora de la Escuela Nº 1 en la cual cursé mí primario. Antes de finalizar la cuadra, en la misma vereda,  nos encontrábamos con la zapatería de Jorge Quintana Santamarina, antesala del gran almacén de ramos generales Muñoz, Cuerda y Cía. Su dueño, fue un destacado  directivo del Ferrocarril San Martín, miembro de la biblioteca José  M. Estrada  y cronista de los sucesos más importantes de Suipacha.

Frente a la Plaza, sobre Rivadavia está la Iglesia Nuestra Señora del Rosario que fue  consagrada bajo la advocación de la  virgen  el 4 de Octubre de 1892; hasta los años noventa tuvo un muro perimetral enrejado. Desde varias cuadras a la redonda se podía ver los relojes tipo carrillón. Según el historiador Arístides Testa Díaz, el edificio presenta muestras de la escultura gótica ojival en sus aberturas y columnas. A veces, cuando entro a la Iglesia me imagino al padre Brady y,  escuchar su voz pronunciando el sermón dominical.

En la esquina  formada por Combate de San Lorenzo y Rivadavia, sobre la acera oeste venía operando desde el año 1877 el almacén de ramos generales del señor Torrobas, que luego fue de “Llorente y Torrobas”, uno de los más antiguo, fundado por inmigrantes españoles, fue ferretería, corralón, vendía artículos rurales, semillas de alfalfa y contrataba seguros.  En 1885 la Casa Central ubicada en  Mercedes decide enviar  a Hermógenes Llorente para que llevara la contabilidad. Con los años la firma fue cambiando de socios y adoptando distintas denominaciones sociales, es así que pasó a llamarse “Llorente, Muñoz, Fernández y Cía.” luego  “Muñoz, Cuerda y Cía.” y finalmente en la década del sesenta  “Cuerda, Barat,  Romero y Cía.”,  que es con el nombre que yo la conocí. Don Ceferino Cuerda era muy bueno con los chicos, nos daba la yapa, que consistía en un puñado de caramelos o masitas, que recibíamos con una sonrisa. Cuentan viejos vecinos, que en la esquina  había un surtidor de nafta, accionado a manija con un globo de vidrio en la parte superior, en proximidades al mismo, una mujer que trabajaba en la casa de un médico,  cansada del acoso de un vecino  le descerrajó  un tiro y lo mató.  Los días domingo después de misa de diez de la mañana, la gente que venía del campo se aglomeraba ante el mostrador del almacén para realizar las compras de toda  la semana. Ha quedado en la memoria colectiva  la trágica noche de noviembre de 1965, cuando se incendió el  casi centenario almacén. Presencié el siniestro, se  olía en el aire un olor extraño como si fuera resina, produjo una profunda consternación en el vecindario.  

Tiempo después, los sucesores de “Las 14 Provincias” de Chocron Hermanos,  que tuvo su era de esplendor en la década del treinta, reabrieron como tiendas  Vivas Hermanos,  construyendo para esto el actual edificio en terreno del almacén incendiado. La firma originaria, venía  actuando desde   fines del siglo XIX en  un  local  ubicado frente al   Banco de la Provincia de Buenos Aires.

En la acera izquierda, justo en la esquina donde se juntan Rivadavia y San Lorenzo existía para el año  1900 el bar, confitería y billar denominado “La Ideal”  de Ricardo Vitellini, el que fue centro de reuniones sociales de la época, en esas  tertulias se intercambiaban ideas, charlaban sobre política y discutían sobre la próxima cosecha. Unos metros más adelante frente a la misma arteria, estaba  la casa del propietario que la ocupa hoy en día la viuda del extinto Abel Mejías. Por aquellos tiempos se  instauró la moda del billar, para ello sus dueños compraron dos mesas.

Con los años este bar fue cambiando de dueños y tomó la posta a fines de la década del cuarenta en el rubro confitería y heladería  Don Vicente Sosa. Este incorporó las primeras máquinas para hacer helados y dos conservadoras. Y, para delicia de los niños  compró en 1956 uno de los primeros aparatos de televisión en Suipacha, para ello debió colocar una  antena de caños de varios metros de altura, sostenida por riendas de alambre sobre el techo del edificio. Nosotros, los chicos estábamos chochos,  podíamos  disfrutar de las  series de vaqueros  del oeste y ver las  tiras cómicas.  

El actual propietario  es el señor Florindo Gava,  que ha conservado y mejorado las instalaciones,  sin modificar su  estructura original. Saliendo a la vereda  por una puerta lateral, nos encontramos con la parada  de micros, que facilitaban la comunicación con los pueblos vecinos y la Capital Federal. Primero pararon los colectivos de  La Florida, luego  Liniers y  hoy  Automotores La Plata. La confitería cuenta con una oficina para atender la venta de los boletos y una sala de espera para comodidad de los viajeros.  Por otra parte, este viejo inmueble fue declarado  patrimonio histórico por ordenanza municipal. A mediados de los años sesenta  frente a la parada,  se construyó un kiosco de material atendido por el Negro Caseros, que vendía cigarrillos, caramelos, diarios y revistas, la mampostería fue demolida.

La plaza lleva el nombre del jefe militar – Antonio G. Balcarce -, que derrotó a los realistas en la batalla de Suipacha en el Alto Perú,  el 7 de Noviembre de 1810. Es uno de los espacios verdes más atractivos de la localidad. En su contorno columnas de alumbrado peatonal con pescante para sostener los globos de opalina, eran caños  de fundición, de fuste liso acanaladas y base para su asiento, pintadas de gris.

Siguiendo rumbo al norte, en la esquina con San Martín nada quedó de la vieja Capilla del Colegio de Hermanas, montada en el local del antiguo almacén de Inclán, más precisdamente en la esquina con  Combate de San Lorenzo. En la misma veía películas como Marcelino Pan y Vino y otros títulos que nos regalaba el padre Brady con su máquina que había comprado. El colegio de hermanas está compuesto de planta baja y dos pisos; el diseñador ha querido crear un ambiente de iluminación uniforme con repetitivas ventanas iguales y a la misma distancia, tamaño y en fila. 

La actual Capilla se destaca por su sobriedad, el frente forma un hexágono, coronado en su parte superior con una cruz de madera, por sobre el dintel tres ventanales con vitrales venerando santos y dos ventanales  laterales a la puerta doble hoja de madera, que permite el ingreso a la nave de la capilla. En donde hoy está levantado  el Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, la firma Inclán, González y Cía. explotaba un almacén, tienda, ferretería y corralón de maderas.

Al pasar por delante del colegio podemos  admirar su  estilo racionalista, en boga  a principios de la segunda mitad del siglo XX,  mostrando paredes lisas, sin coronamientos ni  molduras en la parte superior y  sin adornos trabajados, con muchas aberturas, solo frente a Combate de San Lorenzo hay  cuarenta  ventanas, seis ventiluz  y una puerta de metal de doble hoja.

En los años sesenta, los albañiles que  realizaban excavaciones cerca de la actual capilla,   comprobaron la existencia de los primitivos calabozos de la antigua comisaría que habían sido sepultados en 1900. El colegio se caracterizó por tener un régimen de pupilas paras señorita de otras localidades y de medio internado  para las alumnas  locales. Los varones podían cursar hasta tercer grado del nivel primario. Su primitiva residencia era simple, alegre, aireada, sólo tenía dos aulas gandes y un conjunto de monjas dispuestas a llevar adelante la tarea de evangelización de los fieles.

En la cuadra siguiente a la derecha una joya, la residencia que mandó a construir el  irlandés  Kavanagh,  éste decidió   levantar  un osado proyecto de diseño, en la esquina de Combarte de San Lorenzo y San Martín, haciendo cruz con el Colegio de Hermanas. Se caracteriza por las  innovaciones técnicas  y  la ingeniería de los materiales empleados. Carece de fachada posterior, regulares y armónicas que le dan una suave elegancia. En su entrada principal un alero de metal y la circundan  muros con rejas ornamentales. El edificio fue ocupado durante años por la familia de Sara Retegui de Dubarry y aún permanece  bajo el dominio de una hija. Cuando era chico me acercaba a la verja para  apreciar  como adornaban los pinos del jardín,  con luces y guirnaldas creando una hermosa postal navideña.

Muy cerca, en la década del sesenta calle por medio Don  Eusebio Espejo, abría un barcito en la vivienda que había sido de los Rodríguez; en la última etapa de su vida fue encargado del corralón municipal.

Continuando hacia el norte sobre la acera este, nos encontramos con los galpones que fueron utilizados por Dubarry para extraer miel. .  En 1958  la cochera municipal fue utilizada por el cuartel de bomberos para  depósito de los elementos de lucha contra el fuego, estaba situada  en la esquina de Combate de San Lorenzo  y Santa Fe que en los años ochenta  se demolió  con el propósito de construirse las futuras oficinas del correo.

En ese año, durante la administración   del comisionado municipal  de la Revolución Libertadora Don  Esteban  Iribarne, los galpones, por estar en tierras fiscales, fueron fue cedidos en comodato  al  cuartel de bomberos; escriturándose a favor de la sociedad de bomberos durante la administración de Arrivillaga (1976/1982).  Sus primeras autoridades, fueron  el capitán Don Rodolfo Zunino y el Presidente de  la Asociación de Bomberos Voluntarios  Don León Cirigliano. Desde hace muy pocos años se colocó una escultura a la entrada del cuartel.

En los primeros años las salidas de los bomberos del cuerpo activo se realizaban por la calle San Lorenzo, salían a apagar los incendios el tanque regador tirado por un tractor  y los bomberos sobre una  peana  a los costados del tanque, agarrándose de un pasamano en la parte superior de la cisterna. Generalmente salían a  apagar parvas de pasto que se incendiaban  en el verano por el intenso calor. Uno de los incendios voraces que  más duró   fue en el  campo de Sebastián Badiola camino a J. J. Almeyra

Frente al ingreso del cuartel la vivienda  de José Iglesias, el que fuera cartero de alma y colaborador inestimable de los bomberos. Calle por media la  carnicería municipal, de la que fueron  carniceros Don Oscar José Delfino, Juan José Hunt y Sleme Chaina, hoy destinada a oficinas de Bromatología Municipal.  El solar siguiente es el Corralón Municipal del que salen   personal, máquinas y tractores a realizar  trabajos y servicios  asignados.

En la acera oeste, sobre Combate de san Lorenzo se encontraban las viviendas del ingeniero civil Don José Zapirain,  hoy ocupada por la señora María H. Melo y en la misma línea,  el hogar de Bernardo Kelly, al ausentarse éste de la localidad fue ocupada por su hermano Lorenzo. La residencia de los Kelly  tenía  sus muros con panales mallas de metal, puerta y  un portón de similar estilo,  empotrados en  pilares, pintados de verde que le daban un toque de reminiscencia inglesa.

Antes de cruzar Santa Fe, sobre la acera oeste, los locales comerciales mandados a construir por el señor Leomar Ávila  para alquilar, y de ahí, desviándonos hacia la izquierda el  taller metalúrgico de los hermanos Stangalino, cuyo edificio aún se conserva;   se dedicaban a construir jaulas de metal para el transporte de ganado. Calle por medio con frente a la calle Combate de  San Lorenzo,   la vivienda de Margarita  Schenone,  quien  fuera una conspicua integrante de la Asociación de la las Hijas de María de la Parroquia de Suipacha.

Hoy  asistimos a una renovación de las viviendas en todo el recorrido  y a la construcción de nuevos edificios como nunca antes se ha visto. Se ha convertido en un espacio público y en él se ha ido tejiendo la memoria de cada barrio que cruza.

CAPITULO II

Inventario de Comercios

Vamos tratar de hacer un pequeño inventario de comercios en la calle Combate San Lorenzo, al día 27 de Febrero de 2014 desde la esquina Fragata Sarmiento hasta Santa Fe y si alguno falta, la omisión es involuntaria.

Altura 450 al 500

Frutería y verdulería Los Porteños, Supermercado Laifu, Forrajera  El Ñandú y florería de María del Carmen Gómez.

Altura 500 al 550

Venta de pizzas y empanadas Fratello, Venta de artículos para niños Pipacha, Tapicería Orcajo, Mandatario del Automotor Walter Ochoa, Taller de bicicletas Vega, Veterinaria Tabossi, Venta de muebles rústicos, Venta de artículos de higiene y limpieza, Perfumería Closs, MP Deportes, Regalería Valentina y  Peluquería Scardella (cerrada).

Altura 550 al 600

Bar D”omos, Kiosco Merlín 2, Ex panadería La Espiga de Oro, Auto Servicio Día, Cochera  Cirigliano, Capilla Católica, Instituto de Enseñanza de Inglés de María Mujica, Tienda de prendas femeninas Gutiérrez, Oficina de Tele Red, Confitería La Gringa e Iglesia Nuestra  Señora del Rosario.

Altura 600 al 650

Confitería la Ideal, Oficina de venta de boletos (Parada de Colectivos), Relojería, Capilla del Colegio de Hermanas, Colegio Nuestras Señora del Carmen y Plaza Balcarce.

Altura 650 al 700

Drugstore Morales y Venta de Celulares, Destapación y Limpieza Mecánica Bagñasco, Reparación de Bicicletas Espejo, Sociedad y Cuerpo de Bomberos Voluntarios, Of. de Bromatología, Corralón Municipal, Radio Plante 100,9, Peluquería de caballeros y niños Pablo, Iglesia Evangélica Maranata, Impresión Código Gráfico, Diseño y Calcos, Tatuajes Hilario Sánchez (cerrado)) y el estilista unisex Luis Colombo.

Finalmente:

Me resta decirles, que sólo basta mirar hacia atrás, aguzar la memoria y observar el tramo que  transité siendo adolescente y de pronto  los recuerdos  afloran en este relato.

 

 

 

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