No todos los pueblos de la provincia de Buenos Aires gozan del inapreciable don de tener arroyos en sus proximidades. El senil “Los Leones”, de cauce bien marcado, se extiende desde su naciente en el noreste del Partido de Suipacha – límite con Carmen de Areco – hasta la confluencia de los arroyos “El Cardoso y El Durazno” con “Los Leones” dando origen al Río Luján. Este río nace a los 59º 37´ de longitud oeste y 34º 43´ de latitud sur y hacia el “este” se interna en el territorio del Partido de Mercedes; su curso principal recorre una extensión de 128 Km hasta su desembocadura en el Río de La Plata.
No se sabe muy bien cuáles fueron los primeros ojos europeos que avistaron el arroyo, pero podemos afirmar que uno de los primeros fue Félix de Azara en 1796, representando en su carta geográfica la chatura del suelo y el trazo zigzagueante de su recorrido. De su denominación a la coloración blanco sucio de sus aguas, semejante al pelaje del león.
La creación del parque y balneario “Los Leones” fue decidido por el Honorable Concejo Deliberante de Suipacha mediante Ordenanza Municipal sancionada en el año 1961. El proyecto estaba incluido en el Plan de Obras Municipales que el doctor Antonio Alfredo Baroni había prometido al pueblo antes de asumir como Intendente. Los límites del Parque son: al este el campo de Ricardo Vadell, al oeste con la propiedad de Rodolfo Lozza y por medio cruza el Camino Real.
Se eligió el sitio por la belleza del paisaje y porque el arroyo fluye por una zona llana de muy débil pendiente (0,40 m/km) y ser el más adecuado a los fines que se perseguían y contaba con una exuberante fauna autóctona. Sobre todo, se accede con facilidad a través de un camino entoscado, en el recorrido se verán horneros, garzas blancas, torcazas, caranchos, teros, perdices y otras aves pampeanas. Encima en el lugar predominan las distintas tonalidades de verdes de las hierbas, juncales, gramíneas y se puede gozar del atractivo de las gaviotas sobrevolando la tierra recién arada.
El arbolado del terreno cercado para recreo responde al impulso creador del doctor Antonio Alfredo Baroni. Se plantaron más de 400 árboles de distintas especies y arbóreas autóctonas entre ellas: eucaliptus, sóforas, olmos, paraísos, álamos, fresnos, cipreses y sauces con el objeto de proporcionar sombra y convertirlo en un paseo de donde contemplar la puesta del sol sobre las aguas del arroyo. Se colocó en el perímetro un alambrado de siete hilos y una tranquera, para prevenir actos de vandalismo y el ingreso de animales. Esta obra fue concretada gracias a la colaboración de los miembros del Club de Pesca presidido por don Hércules Stangalino.
El acto de inauguración fue presidido por el doctor Baroni acompañado del Secretario de Gobierno don Heraldo Zoni, el presidente del Club de Pesca, su vicepresidente señor Ruperto Gobetti y el protesorero don Néstor García. Entre los invitados asistieron el doctor Ramón Rionda, Carlos Barroso, Pedro Mederos, Vicente Álvarez y un nutrido grupo de vecinos.
Con cauce serpenteante y deslizamiento lento de sus aguas, se forman amplios charcos en sus alrededores en época de intensas lluvias como consecuencia de la escasa pendiente, su caudal está sujeto al régimen de precipitaciones, la abundancia de las mismas producen el desborde del arroyo inundando campos aledaños.
La vida silvestre está llena de complejidades, maravillas y de sorpresas, no hay mayor placer que observar en los atardeceres el regreso de las aves a su hábitat. Agudizando el visitante los sentidos cerca de los juncos y pastizales, se puede oír el croar de los sapos y el zumbido de aleteadas de los insectos. Además nos maravillamos observando a las aves acuáticas que se adueñan del lugar para obtener su alimento.
En el curso de agua del arroyo supo haber bagres, carpas, tarariras, mojarritas, anguila y dientudos. En sus orillas crecían los juncos, totoras y espadañas, lugar ideal para anidar los patos y gallaretas. En los pastizales y escondrijos vivían las mulitas, nutrias, carpinchos, ratas perdices y liebres. En los amaneceres del verano se desplegaba la proyección de imágenes con la luz y el color del medio geográfico.
El perímetro del parque desde un principio contó con un área protegida para el aprovechamiento de actividades recreativas y deportivas; fue el lugar favorito de los excursionistas, acampadores y entusiastas de la vida al aire libre en una extensión de más de una hectárea.
Desde sus barrancas se puede mirar la silenciosa entrada del sol y la llegada de perfectas formaciones de patos y cuervos para beber agua. El parque se encuentra ubicado en una zona de clima templado sub – húmedo con precipitaciones anuales que oscilan entre 800 a 950mms. La temperatura promedio estacional estival es de 25ºC y la invernal es de 9,5ºC., cualquier época del año es buena para visitarlo; la mejor es desde octubre a diciembre, cuando los días son más tibios, las noches frescas y empiezan a reverdecer los árboles y las flores despiden su fragancia. En verano el calor y los mosquitos pueden llegar a ser molestos. En otoño puede ser una excelente idea para pasear y tomar baños de sol.
Resultaba simpático que a poca distancia del viejo puente de madera construyeran una cascada, para provocar una caída de agua de cierta altura y retenerla en un espacio reducido para uso de los bañistas; tiempo después se construyó una rampa de suave declive para el canotaje; y un pequeño islote biológico para el reposo de la fauna en sincronía con el paisaje de singular belleza.
Durante la década del setenta el abandono del parque fue preocupante, pero siguió conservando su encanto para el visitante que lo podía recorrer en cualquier día soleado. De vez en cuando llegaban los fines de semana grupos parroquiales del gran Buenos Aires que se reunían alrededor de fogones antes que encerrarse en ruidosas discotecas.
En los años noventa se remodelaron las instalaciones y se lo rebautizó con el nombre “Parque y Balneario Doctor Antonio Alfredo Baroni” en homenaje a quien fuera su ferviente impulsor. Se construyeron sanitarios, parrillas, bancos, casilla para el cuidador, mirador y se instaló agua corriente, pero el accionar de los vándalos destruyó el trabajo realizado.
Por su caudal es ideal para el canotaje y kayakismo en embarcaciones ligeras, en donde las personas experimentan emociones que se sienten al navegar en aguas abiertas. Otro atractivo inagotable fue y será la pesca, que sigue constituyendo un recurso y una diversión a la vez, por eso debería fomentarse, introduciéndose crías de peces útiles y de fácil reproducción.
La potencialidad productiva muestra una agricultura con buenos índices de rendimiento por hectáreas con cultivos como el maíz, trigo y soja. La ganadería es básicamente cría e invernada que ha adquirido preponderancia en los últimos años.
“Los Leones” ejercieron una fuerte fascinación sobre muchos vecinos de Suipacha, parece ser el refugio ideal para quienes necesitan un cierto aislamiento de la ciudad y vienen con ganas de respirar las vastas soledades de la llanura pampeana.
Otros datos de interés
Al momento de sancionarse la ley de creación del Partido de Suipacha en el año 1864, el arroyo “Los Leones” atravesaba desde su nacimiento hasta la confluencia con “El Durazno” los campos pertenecientes: al “Noroeste” el de Manuel Castilla (C.A.), al “Nordeste” los de Pablo Martínez, Pascual Suarez, Julián Luengo, Ramón Durañona, Manuel Carranza, Francisco Villafañe, Luisa Veloz, Pedro Monez Ruiz y Juan Dillon.
El gran naturalista argentino Florentino Ameghino, exploró las márgenes del “Río Luján”, que tiene nacimiento en Suipacha. Con este propósito, estudió sus barrancas y el contenido fosilífero de miles de años de antigüedad.
En el marco de las consideraciones anteriores, el Honorable Concejo Deliberante de Suipacha en la sesión del día 18 de marzo de 1998, declaró como “Bien del Patrimonio Cultural” el Yacimiento Paleontológico “Los Leones”, tal declaración importaba la prohibición de traslado fuera del Partido de los fósiles extraídos, su comercialización, destrucción y /o transformación. Del informe del paleontólogo José Luis Ramírez del mes de marzo de 1995, se desprendía que el material encontrado pertenecía a la formación Buenos Aires-Lujanense, con una antigüedad de 20.000 a 100.000 años del Pampeano Superior.
Los restos fósiles están depositados en custodia en el “Museo Anexo a la Biblioteca Popular José M. Estrada” y pertenecen a géneros extintos como un caparazón y restos de un Gliptodonte, un caparazón y restos de un doedícurus (armadillos), un fragmento de mandíbula scelidoterium, panochthus (herbívoro), mastodon (elefante), soglhidotherium (perezoso gigante), fósiles de lagostomus (vizcachas) y megaterio (perezoso). El último hallazgo fue en el año 1995 en el campo de Rossiter –Ctel. VII-, correspondiente a animales que habitaron las pampas hasta hace 8000 años.
En el diario “La Nación” de Buenos Aires en su edición del 7 de marzo de 1998 en la página Nº 11 titulaba “Un museo está en busca de su casa” y señalaba que éste tenía importantes colecciones. En uno de sus párrafos decía: “Hay un tesoro en la localidad de Suipacha”, haciendo mención a una variedad de restos fósiles que esperaban la oportunidad para ver la luz y, especialmente para que la gente los pudiera contemplar.
Bibliografía:
“Un museo está en busca de su casa”- La Nación/pág.11-Ed. 7 -3- 1998.
Informe del Paleontólogo José Luis Ramírez, Suipacha, marzo de 1995.
Inventario elaborado por la museóloga Patricia Rionda de restos fósiles de Suipacha en el año 1997.
Ordenanza Nº 1335 del H.C.D de Suipacha del 8 de marzo de 1998.
Ordenanza Municipal del año 1961 – Administración del Dr. Antonio A Baroni- Suipacha, período 1958/61.
Apuntes para la Historia del Partido y Ciudad de Suipacha. Profesor Arístides M. Testa Díaz – Ediciones Theoría –Buenos Aires Julio de 1974.
Aspectos Geomorfológicos- Municipalidad de Luján. Luján 5-1-1997.