El arroyo llamado “El Durazno”, que atraviesa la calle Balcarce que conduce al cementerio de Suipacha, no ofrece nada más que su prosapia histórica, pues su toponimia arranca desde las primeras exploraciones de estos lugares. Se extiende en un arco con flecha hacia el oeste, que tiene por centro a la planta urbana con el plebeyo destino de recibir casi el total de las aguas pluviales que escurren de esta última, amén de algunos afluentes industriales. De cauce angosto, semejante a un zanjón, carece de todo atractivo como accidente geográfico(1). Se puede afirmar que desde lejanos tiempos estos parajes estuvieron relacionados con el nombre del duraznillo blanco, que equivalía para los atrevidos viajeros de aquellas épocas coloniales a una hierba con propiedades medicinales, muy abundante en la proximidad de los arroyos y lagunas de la pampa húmeda, cuyas flores blancas dan un fruto seco.
Su nombre aparece por primera vez el 4 de octubre de 1778 en el Diario de Campaña del Maestre de Campo Don Manuel Pinazo y del piloto agrimensor Pablo Zizur, cuando realizaron su viaje a las Salinas Grandes situadas al sudoeste de la provincia de Buenos Aires. También es mencionado en la “Carta esférica de la Provincia de Buenos Aires, correspondiente al reconocimiento de Azara en 1796″. Además, en el siglo XVI, el Reverendo Padre Reginaldo Lizárraga, de la congregación de los Dominicos, expresaba que lo más llamativo de estos territorios eran los árboles de la tierra y que en su mayor parte estaban cubiertos por frutales(2), cuya leña usaban los indios para hacer el fuego y los españoles sus troncos para postes de cercas.
El Cerrito del Durazno del mismo nombre que la cañada, ubicado en línea recta a ochocientos metros del curso de agua, fue el punto de referencia para las expediciones que se dirigían hacia el sudoeste bonaerense en busca de la sal tan usada para la salazón de los cueros y preparación de los alimentos. Y Carlos A. Grau, al referirse al “Fuerte Cruz de Guerra”, que estaba ubicado en lo que es hoy el partido de Veinticinco de Mayo, mencionaba que la distancia entre la “Guardia de Luján” al cruce del camino a Navarro con el “Cerrito del Durazno” era de ocho leguas(3). Por otra parte, el Coronel Pedro A. García, en 1810, en su “Diario de un viaje a las Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires”, dice: después de haber partido el 21 de octubre de 1810, desde la Guardia de Luján, con una tropa de 25 carretas, que haciendo noche “en el paraje el Durazno” -vale decir, lo que hoy es Suipacha- al día siguiente “llegamos al paraje nombrando Las Saladas, que es el fin de nuestras poblaciones, más internadas por este punto al infiel”(4). Es más, hay relatos verbales que hablan que a principios del siglo XX aún se conservaban los rastros de huellas de las ruedas de las carretas que iban a las Salinas Grandes.
Asimismo en planos de la época se designaba como “Cerrito del Durazno”, a la parte más alta del pueblo, sitio en donde luego levantaron el casco de la estancia los Suárez, edificación que perduró en pie hasta el año de su demolición -1958- y a cuyo alrededor se habría de formar el caserío que dio origen a Suipacha(5). Con el avance de la civilización y ante la necesidad de extender las fronteras agropecuarias, era natural que los vecinos de la Guardia de Luján fueran comprando campos hacia lo que hoy es nuestro Partido.
El historiador Mario Quartaruolo(6), al hablar en su separata sobre esta región, asegura que lo que hoy se conoce como Suipacha estaba a la vera del camino a las Salinas Grandes. Por consiguiente, es necesario destacar que con motivo de las nivelaciones realizadas a las calles para su pavimentación, ha dejado de ser perceptible a través de los años la elevación del cerrito, que en otrora era visible a una considerable distancia.
En tiempos pasados existió un parador indio y luego una posta denominada “El Durazno”, que sin temor a equivocarnos se encontraba cerca de la casona de la fundadora (Mz 55), por cuanto en la zona se han encontrado indicios de la existencia de abrigadas caballerizas para el relevo de los postillones. Al parecer la Galera de Villa Pol, era el único medio de transporte de tracción a sangre que acercaba a los pobladores al Fuerte 25 de Mayo pasando por Chivilcoy(6). Hemos verificado al leer el diario “El Nacional” editado el 7 de septiembre de 1855, en el que se anunciaba los servicios de un carruaje particular con todas las comodidades para las Villas de Mercedes, Chivilcoy y Bragado, con salida los jueves y establecía el precio del pasaje en $ 180. Otra información es la que se extrae en la “Nómina de Carretas del año 1859” procedente de Morón con destino Junín que anunciaba parada en el Cerrito del Durazno8. Hasta pasada la década del veinte en lo que hoy es el Barrio Obrero, abundaban las plantas del durazno -introducido en el país por los españoles- que se extendió rápidamente, formando bosque bajos. Un pionero fue don Antonio Lombardo que ocupaba la finca que había sido de Toribio Freire en donde había plantado montes de duraznos de rápido crecimiento. Quienes solían pasar por lo que hoy es el Barrio Obrero cuentan que la temprana presencia de flores rosadas anuncia la eminencia de la primavera y que era una delicia disfrutar la fragancia de sus frutos, eran tantas las plantas que parecían montes interminables. Los frutos eran grandes, dulces y jugosos. La cantidad recolectada a menudo sobrepasaba el consumo.
A título informativo, a la altura de la estancia de María Vadell, los arroyos El Durazno en unión con el Cardoso desembocan en Los Leones formando el Río Luján. Todavía se recuerdan las consecuencias de las inundaciones del año 1959, producto del desborde de “El Durazno” por las intensas lluvias en la zona; no se lo podía cruzar, motivo por el cual hubo que suspender los entierros y el faenado de vacunos e implementar improvisadas balsas tiradas por cadeneros desde la costa firme para transportar la leche a las fábricas receptoras. La pavimentación de la calle Balcarce y la construcción del puente sobre El Durazno dieron solución a uno de los más graves problemas de incomunicación que tenía Suipacha, puesto que la calle de tierra se inundaba totalmente y se tornaba intransitable por varios días.
En conclusión, a partir de la primera década del año 1700, el nombre de El Durazno se expandió rápidamente entre los colonizadores españoles, por su fácil ubicación geográfica y por ser un punto de referencia estratégico para los viajeros hacia el desierto; hoy en el 2010 sólo nos queda la nostalgia de un tiempo que no volverá y recordar los sueños de aquellos bravos que se aventuraron en la invisible creación a puro coraje y sacrificio.
BIBLIOGRAFIA PRINCIPAL
1) Antonio A. Baroni. “Hay que conjurar el maleficio”, Periódico Suipacha- febrero de 1981
2) La zona del “Cerrito del Durazno” (SUIPACHA) se caracterizó en el siglo XX por la gran cantidad de bosques de duraznos. El “durazno” se introdujo en nuestro continente después de la llegada de los descubridores y rápidamente se expandió por todas las colonias españolas. En la Argentina ingresó con los colonizadores y se adaptó rápidamente a sus condiciones climáticas y del suelo
3) Grau, Carlos A. El fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. 1949.
4) García, Pedro A. Diario de un viaje a las Salinas Grandes, en los campos del Sud de la Provincia de Buenos Aires y tabla de latitudes. EUDEBA, 2a. ed. 1976. Pág. 51
5) Prof. Arístides M. Testa Díaz. Apuntes para la Historia del Partido y Ciudad de Suipacha. THEORIA, Bs. As., 1974. Pág. 26.
6) Dr. Mario Quartaruolo: Separata Academia Nacional de Historia Argentina. Archivada en la “Biblioteca y Museo José M. Estrada” de la ciudad de Suipacha- Año 1975.
7) El pueblo de Sarmiento, de Mauricio Birabente. 2a. Edición. 1987. Chivilcoy. En “El Nacional” del 7 de septiembre de 1855, aparece un aviso que dice: “Carruaje particular con todas las comodidades para las Villas de Mercedes, Chivilcoy y Bragado, sale el jueves 3, calle Santa Clara 167. El precio del pasaje a Chivilcoy es de 180 pesos”.
8 ) Nómina de Carreras de postas, publicada en el “Anuario de Correos” del año 1859. Itinerario N° 7: de Bs. As. a Junín (a) Fortín 69 leguas por Navarro y el Bragado, de Bs. As. por el Ferrocarril del Oeste hasta Morón de allí a la Cañada de Morón, Bajo Hondo, Cañada de la Paja, el Durazno, Tres Paraísos Junín (Fortín).