Boxeo
Durante la administración del intendente Alberto Billourou (Período 1936/1940), se promocionaban figuras del boxeo local. Además, se organizaban animadas “compotas de puños” en la vieja cancha de pelota a paleta de Fernando Cachau.
Las figuras estelares fueron Carlos Vitelli (El gringo); que era entenado de la familia de León Billourou, otro fue Ismael Martín Lara poseedor de una fuerza descomunal y también Francisco Pascual Luchetti, apodado “el zurdo dinamita” por la potencia de sus golpes. En cuanto a Luchetti, considerada la figura de la época del boxeo amateur, desiste por consejos de la familia de pelear en el Luna Park de Buenos Aires. Todos ellos fueron peleadores de sangre caliente y siempre iban al frente.
En lo que atañe al gimnasio, entrenaban en la sede de la Sociedad Italiana de Suipacha que tenía en el altillo una bolsa y un puching ball.
El Club Colegiales de Suipacha el sábado 27 de septiembre de 1957 organizó un atractivo festival boxístico a beneficio de la Cooperadora Policial. En la oportunidad, se presentaron púgiles de Carmen de Areco, General Rivas, Mercedes y Suipacha. Asimismo un nutrido grupo de jóvenes, participaban en exhibiciones realizadas en ciudades vecinas. En la preliminar, le tocó boxear al pupilo del Club Colegiales Don Carlos Emérito Ávila enfrentando al rivense G. González, que triunfó por puntos.
Los diarios locales de la época, decían en sus crónicas que un justo resultado hubiera sido un empate, si bien era cierto que Ávila llevó la iniciativa pero compartió con su rival virtudes y defectos. Hubo de ambos boxeadores un buen despliegue de piernas y brazos, se desempeñaron con acierto y cosecharon un cerrado aplauso al término del combate.
Hoy en día es un deporte que no se cultiva y, no se conocen aficionados de su práctica.
Juego de pelota a paleta
El juego de la pelota a paleta lo trajeron los vascos al Río de la Plata a fines de 1790. Para jugarlo se necesitaba construir un frontón y, poco a poco se fue extendiendo su práctica en toda la provincia de Buenos Aires. Este juego requiere la participación de al menos dos jugadores; se acostumbraba jugar antes de almorzar o por las tardecitas y aún se recuerda con nostalgia, que se aglomeraba adeptos en la puerta de la cancha, que se enfrascaban en acaloradas discusiones sobre los partidos disputados.
Ciertamente el pueblo no estuvo exento de este fenómeno, tuvo su frontón, cerca en donde muchos carreros esperaban descargar los tarros de leche, durante la espera aprovechaban a jugar un partido, apostando sólo por el aperitivo. Era lógico, que casi siempre las canchas se ubicaban cerca de un bar y de las estaciones de trenes.
Entre los años 1874 a 1920 en Suipacha, recordamos los siguientes frontones:
-En 1880 Don Lucas Oyhamburu, era el dueño de la cancha de pelota a paleta con frente a calle Balcarce casi esquina Belgrano, conocida en la década del sesenta como la del hotel de Roberto Rojas. Dicen los entendidos, que acaso ésta sea la segunda cancha construida en la provincia de Buenos Aires.
-En el edificio de Juan Antonio Caracoche ubicado en la calle 25 de Mayo cerca con la esquina 1° de Mayo, funcionó en el 1900 el café y billar “El Naciona” de Francisco Espina. Años después se construye una cancha; aún hoy se conservan sus muros, era atendida en los años treinta por Fernando Cachau y en la década del cuarenta por Fortunato Cappucci, apodado “corbata sucia”.
-Entre 1907 a 1910 se construyó un frontón a continuación del almacén del italiano Juan Pelosso, que aún hoy mantiene intacta su estructura, sito en la calle Santiago del Estero casi esquina San Lorenzo, donde funciona en la actualidad una confitería bailable.
-En la década del cuarenta en General Rivas, regenteaba la única cancha de pelota a paleta don Juan Serri. En los partidos tomaban parte jóvenes con gran capacidad de manejo de la paleta, imponiéndose por score abultados sobre los menos experimentados.
Y, también se comenta entre los más ancianos, que llegaron a jugar en General Rivas jugadores de renombre. Al final de cada partido todo era una puesta en escena, cuando los perdedores pedían revancha y a veces con casi prepotencia.
Juego de bochas
Una de ellas se encontraba en el modesto boliche de las Quintas de propiedad de Tomás Zanardi, en la prolongación de la actual calle Tucumán.
En algunos pueblos los clubes de barrio adoptaron el juego. En Suipacha, en la década del cuarenta el club Ferro luego llamado Sarmiento, tuvo su cancha de bochas en el terreno prestado por el ferrocarril, ubicado frente mismo a la estación del ferrocarril, atendida por Perita Rocamán.
Al término de cada partido, los jugadores se sentaban en un bar improvisado a lado de un viejo vagón inutilizado por el tiempo a compartir unos tragos, a jugar a la escoba, mientras hacían comentarios sobre la suerte corrida por algunos en el juego.