(Reportaje al señor Alberto Daniel Alcalde “Coco” el 12 de Marzo de 2014)
“Me considero un afortunado por estar viviendo”
En el comedor de su casa, sobre la cómoda se amontonan libros, carpetas y el diario del día. El espacio no es muy grande pero aun así preserva muebles antiguos y fotos familiares. Alberto Daniel Alcalde apodado “Coco” es jubilado, fue productor agropecuario, funcionario de La Suipachense y miembro de instituciones locales.
A mediados de la década del cincuenta, con 23 años de edad, después del infarto de su padre, se inicia en la administración de la explotación tambera de su madre. Apasionado por la economía social, destaca como principal desafío la creación de fuentes de trabajo y remuneraciones dignas. Cree posible aquello que para otro es irrealizable, que el individuo pueda cultivarse y adquirir conocimientos, para mejorar su nivel de vida.
Antes de comenzar “sorprende su claro razonamiento, expresión y estilo”. Indudablemente la palabra y la memoria fueron llaves para abrir sus recuerdos. Envidió su entusiasmo y le agradezco que haya aceptado ser mi entrevistado.
¿Cuándo nació y quiénes fueron sus padres?
Nací en Suipacha el 3 de Enero de 1.927 en San Martín 230, en esta misma casa que hoy vivo; la partera que asistió en el parto a mi madre fue Doña Julia Vergagni, que vivía enfrente. Fueron mis padres el vasco español Julio Fabiano Alcalde y Clotilde Martínez Diehl, nativa de Suipacha.
¿Tuvo hermanos? ¿Hijos?
El matrimonio Alcalde Martínez, dio luz a dos varones, uno soy yo y el otro Héctor Pastor Alcalde ingeniero electromecánico, se desempeñó en el ámbito privado y público. Fue profesor universitario de la Facultad de Ingeniería de la ciudad de La Plata, ejerciendo la titularidad de once cátedras, que debió abandonarlas cuando sorpresivamente le tomó una obstrucción coronaria. Hoy en día realiza trabajos en su casa pero está limitado en sus movimientos. De mi matrimonio con Inés Aranda, nacieron dos varones: Julio y Daniel.
¿Cuáles fueron sus juegos favoritos?
El fútbol lo practicábamos todos los días en potreros, recuerdo que había dos muy cercanos, ambos en la esquina de Santa Fe y 25 de Mayo, donde hoy tienen sus viviendas Nety Sosa y Manuel López. También con mi hermano disputábamos partidos de ping-pong sobre una mesa que nos había regalado papá, que era envidia de muchos. Por esa época, estaba de moda el juego a la pelota a paleta. En la estancia de mi abuela en Román Báez, había un lugar apropiado para jugar ante un frontón con una pared lateral. Acá, en el pueblo utilizábamos alguna pared adecuada sin molestar al morador. Estando en la primaria, fui incorporado al equipo de fútbol de la Escuela Nº 1 por Pítico Farese, que con tan solo veinte años reemplazó a don Ángel Stábile de portero, en el colegio jugué para 5º y 6º grado en la desaparecida cancha de Ferro, ubicada frente al negocio de Conrado en Fragata Sarmiento.
¿Qué ocupación tenían sus padres?
Mi padre fue mecánico de automóviles y de motos. Cuando se casó con mamá pasó a administrar los bienes de ella, así también, la explotación agropecuaria heredada. Para mejorar los precios de la comercialización de la leche ante las grandes usinas lácteas, formó con otros tamberos una cooperativa. Es así, que el 9 de Junio de 1947 nace la Sociedad Cooperativa La Suipachense a la cual dirigió con acierto.
¿Qué recuerda de la estancia materna?
En los primeros tiempos, sus dueños Mariano Martínez Diehl y María Amelia Diehl de Martínez fueron muy hospitalarios, tendían una mano a los caminantes proveyéndolos de agua, alimentos y si era necesario un lugar para descanso.
En la estancia de mi abuela Emilia Diehl, vivió mamá hasta los siete años, entonces mis abuelos deciden enviarla a la escuela de hermanas del pueblo, es así, que comenzó a vivir en esta casa. Vivía de modo permanente Mariano Martínez Diehl, hermano de mi madre, ambos se querían y se tenían mucha afinidad. Siendo pequeño pasé temporadas en el campo, mi tío Mariano de cincuenta y cinco años de edad, me enseñó a andar a caballo, siempre me tenía reservado la silla y el recado exclusivamente para mí.
La estancia se debe haber terminado de construir en 1864 y se la denominó “La Buena Vista”. Se destaca desde lejos el edificio de altos que forma el casco construido con paredes de cuarenta y cinco centímetros. La circundaba una frondosa arboleda y se destacaba un ombú muy cercano a un galpón contiguo a la casa. Tiene dos bloques, uno es la planta baja con un gran comedor, una habitación entre el corredor y el pasillo, una sala de música en donde había un piano ante el cual se sentaba la abuela a interpretar valses, una guitarra y el violín con el que ensayaba Mariano. Por una escalera en bicicleta se accedía a la planta alta, que posee cuatro dormitorios, en la habitación del centro una gran estufa de leña, cuenta con galería con una verja alta para protección de los chicos. En las noches frescas y apacibles de verano Mariano nos invitaba a sentarnos en el piso de la galería para relatarnos historias de personajes y contemplar los suaves movimientos de las ramas de la magnolia en flor y el cielo alto, muy estrellado.
De cara a la casona muchas plantas, en donde sobresalía el verdor del follaje, en el parque habían construido calles internas con ladrillos enterrados de canto, un muro exterior de ladrillos pintado con cal blanca y rejas de hierro forjado. En el centro un gran portón de entrada. La casa tiene un corredor grande y largo con muchas ventanas que dan hacia el patio y otras menos en la fachada posterior del edificio. Completaban la edificación una cocina con fogón de varias hornallas para carbón y leña, una despensa y un comedor. Contaba con habitaciones y baños para la servidumbre. Mientras evocaba la tradicional planta de la estancia a Coco Alcalde sus ojos le brillaban por el recuerdo.
¿Llegó a aprender algunas tareas rurales?
Sí, mi tío Mariano nos enseñaba trabajos para colaborar con los mayores. Después del infarto de mi padre, yo era muy jovencito, debí hacerme cargo de la administración agropecuaria de mi madre. A la par, fui aprendiendo otras tareas, como a vacunar, castrar, enlazar y capar en las yerras, marcar los animales con un hierro candente de manera clara y prolija, como pedía papá; señalaba con una muesca en las orejas de los vacunos, a la derecha en los machos y a la izquierda en las hembras.
¿En qué colegios cursó el primario y el secundario?
El primario en la Escuela Nº 1, recuerdo que era directora la señora Haydee Vitellini de Diehl. Cuando terminé, me mandaron de pupilo a la escuela Nuestra Señora del Luján en la ciudad homónima. Después ingrese en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Plata en la carrera de abogacía. Durante mis tres primeros años aprobé varias materias, quise seguir libre pero me costaba. Cuando mi padre tuvo un infarto me volví definitivamente a Suipacha para colaborar con mi familia, ya que mi madre no podía sola con el tambo.
¿Siendo adolescente cuáles fueron sus diversiones principales?
Practicaba mucho deporte y nos reuníamos los fines de semana en casas de amigos para jugar a los naipes y más que nada conversábamos de la complejidad del trama de una historieta o de discos musicales recién aparecidos, eran conversaciones simples e inocentes. Fui muy amigo de Lulo Carretto y Tante Arainty. Recién empecé a concurrir a las fiestas alrededor de los veinte años de edad. Muy rara vez se celebraban los cumpleaños, papá nos preguntaba que nos gustaba comer ese día, ese era el regalo. Cumplí con el servicio militar obligatorio en el Regimiento 6 de Infantería de Mercedes.
¿Qué anécdotas recuerda?
Una vez estando en la cancha de Ferro jugaba un amistoso el combinado de Suipacha con un cuadro de otra localidad, me coloque en una punta de la cancha, cerca del córner estaba echado en el suelo con mis botines debajo de la pera, cuando minutos más tarde vi venir hacia a mí al gran jugador Don Alfredo Pinal, que me dice “che pibe, cámbiate y apúrate que vas a jugar”, la verdad que me asuste, tal fue el miedo que se me notaba en la cara, ahí fue que el Alemán Stábile, otro gran jugador de su época, me mira feo y me dice, “viniste a jugar o a tener miedo”, anda y ocupa tu puesto. Lulo Carretto y Quito Erreguerena me alentaron y me decía “todo va a salir bien” a lo que yo respondí “si”, en el fondo hubiera deseado que mi “sí” no hubiera sido tan débil. Desde ese momento fuimos grandes amigos. Con los años trabamos una amistad duradera que perduró hasta su muerte, fue una gran persona; también fui amigo entrañable de Quito Erreguerena, a esta altura de la entrevista se deslizan unas lágrimas desde sus ojos.
¿Participó del Ateneo Cultural Sarmiento?
No. Recuerdo que tenía visos filo políticas más que nada, me parece que tuvo su apogeo a partir de 1958. Fueron los del Ateneo Sarmiento quienes colocaron una placa a un costado de la avenida -con sentido este a oeste- en la plaza Balcarce, conteniendo una estrofa del himno nacional. Me parece que la integraban Juancito Cappucci y Barat. Con respecto a Juancito, puedo decir que era muy fogoso en sus discursos.
¿Cómo eran las reuniones sociales en su juventud?
Los clubes en vísperas de las fechas patrias celebraban bailes a los que se debía asistir de saco y corbata. Las instituciones de beneficencias organizaban festejos y kermeses con stands de juegos para recaudar fondos. Para cultivar la sociabilidad, se organizaba veladas bailables los domingos con grabaciones en el Club Atlético Colegiales, de 18 a 21 horas. Al finalizar las matiné de Colegiales, íbamos con mis amigos al cine Español, porque la función comenzaba a las 21,30 horas. El Club Comercio también organizó fiestas muy lucidas y animadas. De vez en cuando se organizaba asaltos en casas de familia bajo la mirada atenta de la dueña y hasta no muy tarde. Después, el compromiso era acompañar a las chicas de regreso a sus casas.
¿Participó en las comisiones de instituciones?
Sí, teniendo veinticinco años fui elegido para integrar la comisión directiva de la Biblioteca José M. Estrada, durante cuarenta años directivo y Presidente durante diecisiete años ininterrumpidos. La primera vez, el señor Arístides Testa Díaz me puso sin consultarme, yo recuerdo que aún estaba estudiando en La Plata. Cuándo le pregunte a Arístides porqué, me contestó “te puse para que comiences a pagar los vidrios que rompiste”. Tuve un gran aprecio por Testa, era muy amigo de mis padres, lo acompañé cuando su salud declinaba. También formé parte la comisión del Club Comercio y de Comisiones de Festejos Municipal.
¿Se afilió a algún partido político?
Me invitaron varias veces a intervenir en política, pero opte por decir no. A mí me gustaba rebatir opiniones a los compañeros y amigos, cuando no me gustaba lo que decían, y eso a veces, no era tan bien visto por los jefes políticos. Además a veces hay que dejar de lado las convicciones personales y la deslealtad a la cual no soy adicto, es frecuente en este tipo de organizaciones. Cómo reflexión te comento: “En política es bastante difícil callar lo que uno piensa”.
¿Cuándo se puso de novio?
Comenzamos a conversar un verano, era tiempo de carnaval, yo no pensaba ir al baile, estaba en la casa de Elías Urriza, tanto insistió en que lo acompañará que finalmente me convenció, como no tenía ropa adecuada me prestó las de su hermano Yayo, el baile era en el Cine Teatro Español, cuando llegamos nos sentamos en el primer palco a la derecha. Te cuento, nunca había hablado con Inés Aranda, la que resultó ser mi única compañera de por vida. En un momento dado noto que una chica me mira y me dice que haces ahí, no salís a bailar, te he estado mirando para ver si me sacabas a bailar, acaso estas de duelo y le respondí por ¡No por Dios! A la semana siguiente nos volvemos encontrar en el cumpleaños de Chicha Cuerda, conversamos y nos citamos mutuamente para salir, de a poquito fuimos simpatizando, al año éramos novios. No hubo declaración de amor, siempre estuvimos unidos. Pero hay una cosa que te quiero contar, siempre nos quisimos y nos respetamos, siempre le di el espacio que necesitaba, nunca dejé de estar pendiente de lo que necesitaba.
¿Qué significó para Vd. la Cooperativa La Suipachense?
Fue una cosa muy importante en mi vida, fue una obra de mi padre, el la creó y dirigió, la llevó adelante y nos hizo conocer. Surgió con la unión de tamberos de la zona de Suipacha, después se levantó la fábrica. En pocos años alcanzó un rápido desarrollo y se expandió por toda la cuenca lechera. Mi papá la llevó al máximo de su esplendor, tomó mucha gente para trabajar, se conoció por la calidad de su leche. Trabajé en ella durante muchos años, de acuerdo con los datos recibíamos leche de más de doscientos tambos locales y nos mandaban entre cuarenta y cincuenta tambos de Palemón Huero, Villa Moll, J. J. García, General Rivas, Frankling, etc. Pero, sin embargo, el brillo de sus ojos iba desvaneciéndose para dar paso al dolor al recordar la venta de La Suipachense que generó controversias y discusiones. Cumplí mis funciones con afecto y responsabilidad.
¿Qué etapa de expansión recuerda más?
Cuando se habilitó la planta de leche en polvo. El proceso de deshidratación de leche pasteurizada se lleva a cabo en torres especiales, en donde el agua es evaporada, obteniendo un polvo blanco amarillento que conserva las propiedades naturales de la leche. Es considerada como otros productos secos no perecedera y es fácil de preparar. Tienes reservas en invierno para poder reconstituir. Para trabajar los excedentes hacíamos quesos, manteca y otros subproductos y manteníamos un stock de reserva. Se comercializaba al público en bolsas herméticamente cerradas. Lo bueno era que se podía tener un importante stock en reserva para poder suplir contingencias eventuales. Estábamos muy orgullosos, en su momento fue una de las plantas más modernas del país. Con los excedentes de leche elaborábamos quesos y otros subproductos.
¿Qué nos puede contar sobre el aspecto cultural de su tiempo?
La Biblioteca guiada por Arístides Testa Díaz fue el principal foco de irradiación de cultura del pueblo, fue manejada con criterio cultural y formativo, se organizaban conciertos, conferencias, se traían oradores de renombre, científicos, escultores, pintores, etc. Centralizaba la movida cultural de la época. Al celebrarse el primer centenario de la creación del partido de Suipacha, pronunció el R.P. Guillermo Furlong una conferencia sobre “Los Indios Pampas”. En otras oportunidades, participaron como conferencistas figuras de primera magnitud como Arturo Jauretche y el académico Dr. Guillermo Garbarini Islas de la Universidad del Museo Social Argentino.
¿Qué opinaba su papá del Cooperativismo?
Siempre decía, que trabajar para la Cooperativa La Suipachense no era solo hacerlo para los asociados, era también para la comunidad a la cual pertenecía. Y, que siempre se debía responder a las necesidades y aspiraciones de los socios y de sus familias.
¿Tiene un deseo?
Veo que la sociedad está buscando nuevos caminos, yo digo dos cosas, que la gente pueda tener un trabajo y una remuneración adecuada y basado en eso pueda cultivarse. Con más conocimientos se conseguirán mejores empleos, habrá mayores posibilidades de acceder a los mismos. En consecuencia, muchos han perdido sus empleos en los últimos años, pero con bajos sueldos no terminas de elevarte, es necesaria más educación y mejores sueldos, así mejoraremos todos. Es decir, es importante que los demás anden bien para que yo también ande bien. Eso es lo importante.