Vocación sacerdotal con nobles sentimientos

Humildad, el fundamento de todas las virtudes

Santiago Luis Brady (Padre Luis), oriundo de San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires, nació el 16 de diciembre de 1902. Se ordena como sacerdote pallotino en la Catedral de Mercedes el 29 de noviembre de 1931. Ejerció como cura párroco de Mercedes entre 1936/1942, Rawson entre 1942/1947 y Suipacha 1947/1980. Durante su estancia en Mercedes fue rector del Colegio San Patricio, profesor de Teología y en Suipacha, representante legal del Instituto Parroquial Comercial San Luis y fundador de la Liga de Padres de Familia en 1962 para atender las necesidades del naciente colegio. Falleció a los ochenta y tres años en Suipacha el 11 de agosto de 1985 luego de sufrir una larga enfermedad. Su entierro constituyó una gran manifestación de duelo, sus restos mortales reposan en la Cripta Pallotina en el cementerio de Mercedes, acompañado por la oración de aquellos que son atraídos por el profundo ejemplo de vida y fe.

Resulta en verdad difícil, encerrar en unas breves líneas la vida tan llena de satisfacciones de este sacerdote. Trataré de esbozar en palabras el sentimiento que me dejó el adiós definitivo del Reverendo Padre Santiago Luis Brady, el adiós de mi confesor, el adiós de mi cura párroco, que entregó cuanto tenía en su corazón, cuanto producía su inteligencia, cuanto vibraba en su ser en aras de una causa noble, divulgar el Evangelio de Cristo. Ejerció el apostolado convirtiéndose en el hombre de Dios, en nuestro mediador entre la tierra y el cielo y nos mostró el camino para llegar a Jesucristo. Muchos jóvenes de mi generación fueron bautizados por él, recibieron la comunión y fuimos confirmados en su presencia y nos convirtió en maridos de nuestras actuales esposas. dones que agradezco de modo muy particular, por ser uno de ellos. No se borrará de mi mente esa semblanza de hombre erguido, humilde y generoso. Caballero sin tachas, experto líder de la Acción Católica en la que se formaron muchos jóvenes suipachenses.

Un vecino, dotado al parecer de una prodigiosa memoria ha conservado para la posteridad sabrosas anécdotas y hasta recuerda algunas frases del padre Brady. Nos contaba de los vicios chicos del cura: adicto al cigarrillo, oír valses vieneses, beber buen wisky, disfrutaba de los huevos duros con un poquito de sal, agradecía una buena tasa de té como buen irlandés. Una de sus frases más repetidas, utilizada para toda ocasión: “Qué bien che”; cuando aconsejaba te decía “Ser un libro abierto, nunca decir no a las obras buenas y amar al prójimo” y agregaba que las comidas y los quehaceres domésticos de la casa parroquial estaban a cargo de una mujer ya mayor a quien la llamaban afectuosamente doña Mariana (Mariana Price).

Se destacó en el cumplimiento de su ministerio, fue director y redactor del mensual “Los Principios”, periódico religioso decano de Suipacha, cuyas páginas en especial contenían el calendario de las misas, horarios de los funerales, fechas de las celebraciones litúrgicas, bodas, aniversarios, recomendaciones sobre las películas de la semana y artículos de fondo del Profesor Arístides Testa Díaz. Fuera de su apostolado, se caracterizó por su carácter afable y firmeza de sus convicciones en defensa de la libertad de conciencia. Fiel a estos ideales es privado de la libertad el 17 de junio de 1955 en los finales del gobierno peronista.

Descubrimos que la voluntad de Dios se cumplió en él de mil formas distintas, llevó el consuelo al pobre, asistió en su lecho a los enfermos, acompañó a los vecinos en los trances duros, la caridad fue su fuerte, cuando la sequía asolaba rogaba a la virgen junto al chacarero, cuando la epidemía de parálisis infantil de los años cincuenta hacía estragos en nuestros niños, colaboraba con el Dr. Eduardo Cusa en la creación de un centro de rehabilitación (ALPI), al mismo tiempo acercaba palabras de consuelo a los atribulados padres. Fue un auténtico creador de esperanzas, un forjador de sueños, así los demuestra la creación del Colegio San Luis, el cual lleva su mismo nombre, puesto en homenaje a San Luis Gonzaga. Alentó la formación de la Asociación de Jóvenes de San Luis Gonzaga, de la cual el autor de esta nota fue integrante y aún conserva con cariño un ejemplar de la Sagrada Biblia que le obsequiara el padre Luis.

Durante su curato, no podemos olvidar a su principal colaboradora en la atención del despacho parroquial, me refiero a Carmelita  Ruidiaz, siempre vestida de negro, la que dedicó toda su vida a Dios sin esperar nada a cambio; fue docente de varias generaciones y evangelizadora sin par. Además merece un lugar en nuestra memoria don Pedro Satimán, flaco, alto, algo encorvado, que atendía el campanario y el jardín de la parroquia.

La conmemoración de la fiesta de nuestra Santa Patrona, el primer domingo de octubre, demandaba una intensa preparación; había que armar y ornamentar el vehículo que transportaría la imagen de la virgen del Rosario por las calles del Centro, seguido de una larga bandera con los colores patrios, sostenida por las devotas de las Hijas de María, que cubrían sus cabezas con mantillas y de sus cuellos colgaba la medalla de la congregación. Las procesiones de antaño eran multitudinarias y fervorosas, durante el trayecto se cantaban villancicos, himnos y cánticos sagrados. El canto constituía parte de una liturgia solemne que se coronaba con la actuación del orfeón en la Iglesia. El Padre Luis, había formado un coro para acompañar las celebraciones litúrgicas y comprado un órgano a pedal que proporcionaba una selección de sonidos y ritmos sorprendentes. Se destacó como tenor Roberto Martínez Lozza (Tito) que cantaba cuando alquien lo requeria para un casamiento. El coro parroquial lo dirigía la señora Elida Muñoz de Alcalde.

Desde que se hizo cargo como párroco de Suipacha, poco a poco fue mejorando el edificio de la Iglesia; las restauraciones las realizaban con la ayuda generosa del pueblo, años más tarde hace construir una nave lateral sobre calle San Lorenzo, para brindar más comodidad a los feligreses. Hace cuarenta años, Brady fue uno de los primeros sacerdotes en aceptar obedientemente la supresión de las misas en idioma latín que pertenecían a la vieja liturgia, oficiadas de espalda al pueblo de Dios. Inmediatamente ordenó adaptar el altar para el nuevo tipo de liturgia.

Su amor por los niños lo alentó a comprar una máquina para pasar películas en el salón parroquial y en la capilla de del Colegio del Carmen. ¿Cómo no alabar a Dios y agradecerle por el cura que nos dio? Disfrutábamos de películas del genial “Chaplin”, del “Gordo y el Flaco”, “Marcelino pan y vino”, “Pato Donald” y como variedades dibujos animados. Durante la Semana Santa invitaba a predicadores cuya fama excedían los límites de la Diócesis, convocando a jóvenes y adultos a escuchar la palabra de Dios. Fiel con la tradición católica, no faltaban los crespones y lienzos negros que cubrían las imágenes de los Santos hasta la diez del día sábado, momento en que resucitaba el Señor.

En los últimos años de su vida y como venerable siervo de Dios, acrecentó su devoción por Cristo y la Virgen María y, su fe brilló como un faro en medio del sufrimiento físico que lo agobiaba. El padre Santiago Luis Brady es sin duda alguna un suipachense digno de nuestra preferencia. A mi juicio qué estimulante sería que en el remodelado templo que amó y cuidó, se destinara un lugar para rogar por su alma y que viera desde el cielo que la semilla que plantara también incluye el agradecimiento actual. El Municipio honró su memoria dando su nombre a una calle de la ciudad.

Han pasado 25 años desde que su corazón ha dejado de latir, pero el pueblo ha quedado vinculado espiritualmente, jamás morirá en nuestro recuerdo ni en nuestra gratitud, siempre seguirá entre nosotros predicándonos, ese difícil arte de evangelizar en el que fue maestro.

P/D: Agradezco profundamente a la señora Elisa Ester Lawler de Milne por el valioso aporte de los nombres de los colaboradores más inmediatos del Reverendo Padre Brady en la Casa Parroquial.

Categorías: Historias.