La estancia “Los Álamos” del doctor Adrián C. Escobar, fue un establecimiento de mediana extensión destinado al cultivo y a la ganadería.
En la década del treinta era una privilegiada por su cercanía a Suipacha y contaba con un aparato de teléfono, siendo éste en aquella época un medio escaso en el ámbito rural.
Antes de comenzar vamos a ubicarla geográficamente; estaba situada en el Cuartel II del Partido de Suipacha, con la tranquera de acceso a la derecha de la Ruta Nacional Nº 5 en dirección a Chivilcoy. Por ahí se llegaba a la solariega casona, cautivante por su mobiliario interior, con una galería de cuadros originales adornando sus paredes y exhibiendo una biblioteca de libros de autores hispano – americanos. Durante la recorrida los visitantes quedaban maravillados del parque por la variada vegetación y por sus jardines seculares, todo combinado con una rotonda que en su interior lucía una escultura, que al fallecer Escobar desapareció misteriosamente.
Caminando por la avenida de ingreso de quinientos metros de largo, entre sombra de pinos, abovedada para el escurrimiento del agua, era inevitable no ver el monte de álamos de tupido follaje lindando con el terraplén del Ferrocarril del Oeste, al que se le atribuye el origen del nombre al establecimiento.
No fue fácil obtener datos del extinto Doctor Adrián C. Escobar, un ser humano como Ud., de extraordinarias cualidades personales y morales, fue un apasionado por el fútbol y mostraba interés por la cosa pública. Tres días después de la Revolución del 6 de Septiembre de 1930, que derrocara al gobierno de Hipólito Yrigoyen fue designado Comisionado Municipal del Partido de Suipacha, ejerciendo el mandato por dos años (1930/32).
Más allá de las conversaciones oídas entre vecinos, descubrimos que por su prolífica tarea en el deporte y en especial en el fútbol, en el año 1939 fue designado presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), disputándose posteriormente en su honor la “Copa Adrián Escobar” que alcanzó relevancia nacional hasta el año 1949.
Aquel visionario hombre supo dotar al establecimiento de corrales, tambos, quintas, granja, molinos y aguadas, también mandó construir cinco viviendas para el personal y tres galpones para guardar la producción de trigo y maíz, máquinas y equipos.
Al tiempo del relato, una de las viviendas estaba ocupada por el matrimonio José María Scapino y Pilar Fernández con sus hijos Roberto y Oscar, que trabajaban como tamberos medieros. Y otra casa era habitada por sus hermanos Raúl e Ismael Scapino, destinados al cuidado de los animales. Ambas viviendas eran de planta baja y les daba el sol todo el día, fueron construidas en el extremo opuesto del parque, en la pared del fondo exhibían una salamandra. En las noches de verano, solían sentarse en el patio a tomar el fresco y admirar el exagerado mar de estrellas del firmamento.
En este punto no puede pasar por alto a los inmigrantes, el señor Roberto Scapino destaca la experiencia de sus bisabuelos italianos y de sus hijos, quienes contribuyeron al crecimiento de Suipacha desde fines del siglo XIX. Basta recorrer las vivencias de sus antepasados, como por ejemplo la de don Pedro Scapino nacido en Torino, fue uno de los fundadores de la Sociedad Europea de Suipacha en 1894 y uno de sus hijos también de nombre Pedro, fallecido muy joven fue el primer sepultado en el cementerio local en el 1899, de ahí que le dieran al campo santo el nombre de “San Pedro”.
El autor recuerda un viejo relato que mencionaba que en l960 o 1961, no podría precisar en cual año, ocurrió un inusitado episodio en la estancia Los Álamos, que tuvo como protagonistas a la familia Scapino. El hijo mayor de José María, me contaba que una tarde su papá vio a Pilar rígida, sentada frente a la ventana de marco de madera negra, que miraba insistentemente el cielo, había oído a lo lejos un estrépito que la había alarmado, al mismo tiempo se avecinaba una tormenta y el resplandor vivísimo de los relámpagos la asustaban; José María miraba de vez en cuando hacia el exterior, lo preocupaban los negros nubarrones que presagiaban tempestad.
Y ocurrió lo imprevisto, al unísono hicieron silencio, se apresuraron a salir, y fue cuando vieron un avión pequeño descendiendo en un potrero de 20 hectáreas en medio de la tormenta, después descendieron del aparato dos personas, que estaban tan asombradas como asustadas que al tocar la tierra mojada respiraban tranquilos, la pericia del piloto había posibilitado un buen aterrizaje. Por eso, José María sin dudar un minuto se dirigió a recibir a los recién llegados, justo cuando la tormenta arreciaba, los invita dirigirse a la administración.
Por esta razón, en el corto trayecto de regreso Raúl exclamaba, me parece que es Sapag el de Neuquén, el de la televisión… Como no podía ser de otra manera la hospitalidad caracterizaba a la familia Scapino, durante la corta estadía Pilar y sus hijos se esforzaron por atenderlos de la mejor manera, para que los huéspedes se sintieran cómodos, ofreciéndoles mate, pasteles y dulces.
Entre tanto ofrecían el teléfono para que pudieran comunicarse con Bs. As. Posteriormente los anfitriones se enteran de boca del visitante que había postergado una reunión en la Casa de Gobierno a realizarse a las 19 horas.
Ante el requerimiento de Don Felipe Sapag, el capataz de la estancia llamó a Cacho Quintana, propietario de un Ford 40 de color negro, que trabajaba de ferroviario y de taxista en las horas libres, para que lo llevara a la Capital Federal. Recién cuando la tarde caía partieron en el vehículo rumbo a la tranquera con salida a la ruta, mientras tanto la familia los seguía con su vista.
Por otra parte, el aviador fue alojado en la sala de huéspedes de la estancia y partiría a la mañana del día siguiente si el tiempo se lo permitía. Al otro día, los diarios y las radios de la Capital Federal anunciaban que un avión se había visto forzado a descender en un campo de Suipacha, transportando al gobernador de Neuquén Don Felipe Sapag, para eludir a la tormenta y fuertes vientos que hacían riesgoso continuar con el viaje. Días más tarde, como consecuencia de esto, la familia de José María Scapino recibió en forma personal una carta de agradecimiento del gobernador y un regalo consistente en tres cajones de manzanas deliciosas del valle de Río Negro.
Finalmente mi curiosidad me llevó a interiorizarme sobre el visitante, en realidad no era tan importante para mí llegar a la verdad de lo que había sucedido, lo que sí me importaba era saber quién era Felipe Sapag.
En efecto, sus padres libaneses dejaron las tierras de sus orígenes, para buscar en otros nuevos horizontes su porvenir. Cabe agregar, que fue un político y empresario argentino, fundador del Movimiento Popular Neuquino y electo cuatro veces gobernador en Neuquén y designado interventor en la provincia en representación del gobierno civil provisional dirigido por José María Guido, producto de un golpe de estado contra el orden constitucional presidido por el Dr. Arturo Frondizi. A manera de resumen final, se desempeñó como intendente municipal de la ciudad de San Martín de los Andes y siendo gobernador propició la creación de la Universidad Provincial de Neuquén en 1965; falleció a los 93 años de edad en la ciudad de Neuquén.
Por último, he querido rescatar con este relato un suceso ligado a personas de Suipacha, que con los años pasó al olvido.
Fuente: Mi agradecimiento al señor Roberto Scapino, residente en la estancia Los Álamos (1960/1961) y testigo presencial del suceso contado.