Carrera de Caballos

Una de las mayores diversiones que tienen muchos hombres son las carreras de caballos, porque desde su temprana edad tienen una especial inclinación a las actividades lúdicas en sus distintas expresiones y porque varòn y equino configuran una dupla donde se dan habilidad y destreza. El amor especial a los caballos los impulsa a recorrer muchos kilómetros para asistir a una cuadrera cumpliendo de esta forma con una máxima enunciada en el Martín Fierro: “siempre el gaucho necesita de un pingo para cambiar la suerte.”
Desde los años del Virreinato del Río de la Plata se organizaban en la campaña bonaerense cuadreras de caballos en las cercanías de las pulperías, sus preparativos llevaban varios días, había que nivelar el piso, eliminar las excavaciones de vizcachas y pantanos. Se invitaban a los dueños de los parejeros siempre dispuestos a prenderse, se designaban banderilleros, juez de raya y se hacía correr la voz entre los vecinos y forasteros.
Haciendo un poco de historia diremos que se denominaban “carreras cuadreras” porque las distancias se medían en cuadras, cada cuadra equivalía a 129,20 metros de longitud entre dos esquinas. Al principio se desarrollaban en pleno campo a lo largo de un solo andarivel con la intervención de dos caballos, lógicamente no se conocían la gateras, se montaba “en pelo” o “con un pelero”, que era una manta tejida que se colocaba debajo de la silla de montar directamente sobre el lomo para absorber el sudor del animal, recorriendo generalmente distancias no mayores de 300 o 400 metros.
En los primeros tiempo estaban permitidos el empujón, frenar o asustar el animal del adversario o recostar el flete sobre el del otro jinete en una misma huella salvo las de tomar las riendas del rival con las manos. Con la creación del reglamento de carreras en el año 1856 en la provincia de Corrientes, se fueron prohibiendo algunos comportamientos de los participantes que generaban acaloradas discusiones y originaban riñas. El mayor auge de este deporte, favorito del gaucho, sucede durante el gobierno de don Juan Manuel de Rosas en la provincia de Buenos Aires. En las actuales reglamentaciones se impide molestar al contrario.
Se largaba sin gateras, que es un dispositivo en forma de cajón con puerta destinadas a ordenar la partida simultánea de los caballos. Antes de generalizarse el uso de las mismas, se largaba “en seco” por lo cual el caballo arrancaba de parado con la ventaja que puede tomar el parejero de mejor picada y velocidad. La otra forma de partida era la denominada “partiendo”: el que cabalga conduce el animal con un galope suave hasta que los hocicos se emparejen tomando de a poco mayor velocidad. Una tercera manera de largar, se llamaba “la media vuelta”, se ponían los matungos con el anca mirando hacia la meta y cuando el abanderado ordenaba la salida, los jinetes daban vuelta a sus cabalgaduras y partían a todo galope.
El Reglamento del año 1856 incorpora al “banderillero”, persona que daba la señal de salida cuando observaba que todos los corredores estaban parejos en la línea de largada y acomodados en sus monturas. Se colocaban a unos treinta metros del sitio de largada y antes de bajar la bandera contaban en voz alta hasta seis. Para solucionar los entredichos en la meta final se colocaba un hilo fácil de cortar, procedimiento llamado “muñeco” que al trasponerlo el caballo dejaba caer una trabilla, esa traba ponía al descubierto al vencedor de la carrera. En la actualidad para determinar con mayor precisión el orden de llegada, se recurre a las fotografías tomadas al instante por cámaras dispuestas estratégicamente en la línea de llegada, indicando los resultados con tal grado de verdad que parecen presentarse a la vista del jurado. El encargado del fotochar es invitado para fotografiar la corrida con la debida anticipación, este es un instrumento muy necesario para dirimir la cuestión cuando dos caballos cruzan juntos la raya final.
Para mejorar el sistema, desde los primeros reglamentos que se conocen, fue indispensable la designación de un “juez de raya”, el mismo era elegido entre las personas más respetadas del pago; cuando el caballo llegaba a la línea final, el rayero gritaba a toda voz: ganó el zaino o el tordillo, siempre nombraba al animal por el pelaje. Su palabra era inapelable. El conjunto de reglas para la ejecución del reglamento de carreras incorporaba penas de descalificación y establecía que las señales de largada y llegada debían estar marcadas apropiadamente.
Con el transcurrir de los años las “carreras cuadreras” se convirtieron en “carreras de caballos” porque participan más de dos. En algunas regiones del país se denominan “muchile” (numerosas) por ser variado el programa y con muchos caballos anotados.
A las patas de los parejeros se han jugado enormes sumas de dinero y no era raro ver volver a sus casas a estancieros y gauchos sin el caballo, sin poncho y flacos de bolsillo. Desde que se conocen, siempre han producido un gran movimiento de dinero en apuestas y suculentas ganancias para los pulperos y organizadores, sino habría que preguntarle al coronel Benito Machado con su “pangaré buey”, caballo ganador de todas las carreras disputadas en la provincia de Buenos Aires. Agregamos para conocimiento de los lectores que este caballo murió por descuido del cuidador.
Por los años cincuenta existió una pista de carreras y de sortijas en el Sector Quintas de Suipacha, más de uno de nosotros la ha transitado sin saberlo, nos referimos a la prolongación de la calle Tucumán entre Madre Leonor Maturana y calles 32 a 36, a la altura del desaparecido almacén, despacho de bebidas y cancha de bochas de don Tomás Zanardi, escenario de numerosas carreras disputadas por montas de Suipacha y de pueblos vecinos.
Durante la primera administración municipal de Don Oscar Delfino se organizó un programa de varias carreras para recaudar fondos destinados a la compra de los primeros elementos para el Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Nos recuerda un viejo vecino, que don Tomás Zanardi, cuando se agolpaba la gente sobre la pista exclamaba a viva voz ¡Abran cancha!. En esos tiempos las apuestas eran realizadas mano a mano y se apreciaba directamente la habilidad y la compenetración de los jinetes.
Las carreras de caballos eran y son un acontecimiento muy esperado por los amantes de este deporte, se viven intensamente y el escenario natural duplica su brillo con la presencia de familias, dueños, cuidadores y amigos mientras preparan sus asados y matizan la espera con el mate.
Antes de iniciarse cada competencia se verifica el estado sanitario de los pura sangre de carrera (S. P .C), se ubican en la rotonda circular (redonda) para ser mostrados al público y este a su vez pueda apreciar el estado físico del animal.
Ver el paseo por la pista, sirve para motivar el remate, lugar en donde la adjudicación se hace en subasta al mejor postor. Quien no puede participar del remate, porque no esta al alcance de su bolsillo, lo hace apostando en las ventanillas ubicadas en el centro del predio, antes de cada carrera. Después de finalizada la corrida hasta el final de la jornada se pueden cobrar en ventanilla las apuestas.
El apostador indica en ventanilla el tipo de apuesta elegida, el dinero que quiere jugar y a que carrera, recibiendo un ticket que debe conservar hasta conocer el resultado. Antes de apostar es recomendable conocer quien es el jockey, el entrenador, performances del pingo y quien es el criador amén del estado de salud del caballo.
En la actualidad la pista del Cimarròn se ha alargado para permitir carreras superiores a los seiscientos metros. Las instalaciones cuentan con baños, sombra, cantina, parrilla y una interesante cantidad de boxes para ubicar a los equinos. Cada treinta o cuarenta días se desarrollan programas, variados y atractivos que convocan en dias domingos a una importante concurrencia.
El lugar donde se realizan las carreras se encuentra más o menos a 1200 metros del casco urbano, sobre pavimento con fácil acceso por Ruta Nacional 5 y Ruta Provincial 48 que se comunica fácilmente con la Ruta 51. Es habitual largar la primera carrera en las mañanas cerca de las 11 horas y la última antes de la entrada del sol para facilitar las tareas del fotochar y de los rayeros.
Previo a cada carrera se solicitan los permisos, se contrata la custodia policial y el seguro para todos los participantes y se pide al Municipio el servicio de ambulancia con enfermera a cargo del HOMEI.
Esta síntesis es un intento de comunicación con el lector para que tenga una imagen abarcativa de los personajes, situaciones, costumbres y expresiones del ambiente. Perfeccionando el sistema e introduciendo mejoras a las instalaciones, estamos seguros que las carreras de caballos se convertirán en una fuente de recursos para instituciones del medio y fuente de trabajo para los habitués de las carreras.
Cerramos el artículo con un verso del Martín Fierro – II – N° 365:
Yo llevé un moro de número.
¡Sobresaliente el matucho!
Con él gane en Ayacucho
Más plata que agua bendita
siempre el gaucho necesita
un pingo pa fiarle un pucho.


CONSULTAS en :
Carreras Cuadreras – Pablo Montegazza (1831/1910) – Página www.unagauchada.com – Octubre 2005.
Juego y Diversiones en la Gran Aldea – Oscar Troncoso – TOMO I – Historia Popular Argentina – Centro Editor América latina – 1982.
Hipódromo Argentino de Palermo S.A. – ¿Cómo Apostar? – Bs. As. 2005.
Testimonios personales.

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