PROLOGO
Durante el último cuarto del Siglo XIX, las casas de comercio por lo general eran de ramos generales y tienda, entre nosotros tenemos el caso más antiguo que aún hoy perdura bajo otra denominación social y conservando las paredes exteriores del edificio que fue mudo testigo de una parte de la historia que impuso su personalidad a una época comercial de Suipacha.
DESENVOLVIMIENTO ECONOMICO DE SUIPACHA EN SUS PRIMEROS AÑOS DE VIDA
El 12 de octubre de 1874, Domingo Faustino Sarmiento entregó el mando al nuevo presidente Nicolás Avellaneda, quien integró su ministerio con destacadas figuras de la época. Se producían en el país cambios significativos, entre nosotros el 24 de septiembre de 1875 se firmaba el decreto de formación de un nuevo pueblo denominado Suipacha a instancias de doña Rosario Suárez. Todas estas perspectivas ayudaron al renacimiento de la subdivisión de las tierras en quintas y chacras y al loteo de manzanas destinado para la construcción de viviendas y poblamiento; y al mismo tiempo la donación de terrenos para la construcción de edificios públicos, escuelas y templo. Razón por la que entre otros aspectos, el presidente Nicolás Avellaneda fomentó la llegada de extranjeros al país, haciendo sancionar la ley de inmigración. Aquel año la desmovilización de las tropas que habían actuado en la campaña contra el indio se hacia realidad y se apagaban los temores a los malones. Ahora el Ejecutivo Nacional exponía en el Congreso sus deseos de pacificación política. Hacia el ocaso de la centuria del Siglo XIX llegaban los inmigrantes europeos y se advertía que las cosas tomaban otra dimensión, la expansión de la frontera agropecuaria influía en la evolución económica del Partido de Suipacha.
A dos años de la fundación del pueblo, en el año 1877 abría sus puertas un comercio en los ramos de barracas, tiendas y ramos generales bajo la denominación social “Martínez y Collado” que luego en 1880 transforma su razón social en “Martínez y Collado”, para ser más tarde “Collado, Peña, Avendaño y Cía” y posteriormente “Salaverri, Marroquín, Avendaño y Cía.”. Así empezó todo.
La versión original del edificio se remonta a fines del Siglo XIX, que sufrió una serie de modificaciones de diversas índoles acorde con sus tiempos. Afortunadamente, su aspecto se conserva tal cual fue construido en su comienzo. Es sin duda, un preciado bien inmueble que se incorpora al inventario del patrimonio arquitectónica de la ciudad.
Por aquella época, los señores Barker y Casá, dieron impulso en el año 1894 a las primeras experiencias con guadañadoras. En el año 1900, en la estancia “La Moderna”, de don Román Báez, se inició la siembra de lino, materia prima apta para la industria textil. Al término de la década, entre los años 1929 a 1930 el Ferrocarril Oeste realizó en Suipacha una campaña para intensificar la producción lechera, habiéndose destacado para ello personal técnico. En dicha oportunidad, merecieron especial atención las clases sobre cuál era el sentido del ensilaje como regulador de la alimentación en el tambo y las distintas técnicas a aplicarse sobre diversos tipos de parvas: dulce, agrio, silos semisubterráneos y silos gemelos. Más tarde, se realizaron silos gemelos de maíz en el tambo del Sr. Miguel Puldain, bajo control de agrónomos y veterinarios, se levantó una parva-silo de alfalfa con pesos colgados de alambres en el tambo del señor Fernando Zubieta y otra parva-silo de maíz en el tambo del señor Miguel Geoghegan. Un folleto del Ferrocarril Oeste titulado “Boletín Lechero Nº 1” explicaba a los tamberos los controles de producción y exhibía fotografías en el momento en que se preparaba en Suipacha un silo subterráneo.
Hasta el año 1905 la producción de nuestro Partido se caracterizó por lograr una excelente cosecha de lino que alentó a algunos chacareros a comprar segadoras, elemento éste que constituía un paso más en la evolución de las herramientas agrícolas. Su situación económica ofrecía un rasgo que se ha mantenido hasta hoy, ser un distrito apto para la agricultura y la ganadería.
La agricultura ha cumplido un papel importante en el desarrollo económico de la región, asociado a un conjunto de factores comunes al individuo habitante del territorio.
UN VERDADERO PASAJE AL PASADO
El año 1880, fue fecha del despegue económico en la Argentina, se la señala como el período de apertura de las diversas casas de comercio en el interior bonaerense, por lo general de ramos generales, tiendas, barracas, corralón de maderas y fábricas de carros. Un ceñido análisis, indica que en Suipacha tenemos acaso el más antiguo edificio que aún hoy perdura desde aquel tiempo, nos referimos al que albergara a la “Tienda y Almacén de Collado y Martínez”, de forma rectangular, ubicados en la esquina más céntrica del pueblo, cuyas paredes perimetrales aún hoy existentes son mudos testigos de un pasado lleno de esplendor. La estructura original sufrió transformaciones en el transcurso del tiempo. Fundada por inmigrantes españoles casi coetáneamente con el Pueblo de Suipacha. Entre la pluralidad de sus fundadores, encontramos a Don José Collado casado con Amelia Berri que se caracterizó por su visión comercial y clara proyección de futuro; a don Fermín Salaverri por su faceta de gentleman, mostrando una gran preocupación por la política, es así que en 1941 fue elegido Comisionado Municipal a sugerencia de un grupo de caracterizados vecinos; y por último Don Alfredo Marroquín de estatura mediana y mejillas sonrosadas, siempre concentrado, de carácter agradable y vestir discreto, fue uno de los socios prominentes que se destacó en nuestra comunidad.
En los negocios de ramos generales y tiendas de antaño había “di tutto”, se agrupaba bajo la denominación de tienda lo que hoy llamamos mercería, sedería, confecciones y boutique. En las cuales encontraba el comprador hilos, botones, cierres, cintas, variedad de ricos géneros, brocados y telas; eran tiempos en que las mujeres cosían a mano las prendas de vestir de la familia. Una fecha esperada era la de liquidación de saldos, ocasión que nadie se quería perder, en especial por las ofertas de zapatos, botas y zapatillas. Mientras tanto en el almacén los clientes se abastecían de comestibles y bebidas colocados en los estantes en la forma más democrática; de esas abarrotadas estanterías elegían los clientes sus productos.
La extensa la lista de mercaderías superaba el millar, se vendía hierro, clavos, tornillos, arandelas, torniquetes, alambre, herramientas, cola de carpintero, pinturas, pinceles y en compartimiento aparte se exhibían los materiales de construcción; algunos de ellos se guardaban al aire libre. Obtuvo especial predicamento la apertura de una cuenta corriente mercantil que tenía como características salientes que se liquidaban en las épocas convenidas, compensadas de una sola vez hasta la concurrencia del débito y crédito, y pagar el saldo; modalidad comercial que hemos perdido definitivamente. He consultado con otras personas y coinciden que más de un suipachense pudo construir su vivienda sin recurrir al crédito bancario gracias a la cuenta corriente que ofrecía la firma; eso sí, se debía tener buen concepto. La empresa fue receptora de depósitos y de valores. Era costumbre que los chacareros libraran ordenes de pagos sobre la cuenta para obtener fondos que luego cancelarían con el haber de sus cosechas negociadas. Fue política de la casa brindar un servicio de reparto de mercaderías a domicilio, al principio se hacía con una canasta por un empleado a pie, luego en un carro tirado por un caballo, después en una legendaria Ford “A” y también en un triciclo.
Para ambientarnos con las imágenes del lugar, me referiré al relato de un viajante de comercio que cierto día del año 1900 bajó de uno de los pocos trenes de pasajeros que llegaban a Suipacha con una valija repleta de artículos para revender. Esta es la historia que debe saberse: “El asunto narrado por el vecino Sigfrido Rosli y reproducidos años después en el periódico “Nueva Tribuna” en la columna titulada “Hace tiempo y acá cerca…” por el Profesor Arístides Testa M. Díaz; contaba que el recién llegado del tren, cuya vista sólo le devolvía el horizonte y soledad, se encaminó desde la estación del ferrocarril Oeste hacia la diagonal, caminando apretado en un angosto sendero peatonal, rodeado de pajonales, mientras el rocío de la mañana le humedecía los zapatos. Sigue caminando en dirección al almacén de “Martínez y Collado”, cruzando por el medio de una manzana baldía cercada con alambrados de púa, que con el tiempo fue partida en dos por una diagonal, para facilitar una comunicación fácil y rápida a los vecinos y liberar el tránsito a los carruajes que llegaban de “Suipacha Chico” como así también del barrio “La Construcción”, hoy conocido como “La Costa Brava”. Cabe acotar, que dicho nombre se debe a que en la intersección entre las calles Mendoza y Ferroviarios, estaba instalado el Campamento de Operarios que construían las vías del ramal ferroviario desde Suipacha a Bayauca (Lincoln), el que fue habilitado al público el 12 de octubre de 1907, dando satisfacción a la demanda de los intereses comerciales de los productores y vecinos de Román Báez. En sus inicios la Diagonal fue un sendero peatonal cubierto de yuyos a su alrededor, que luego se transformó en una corta calle denominada en la jerga popular “La Avenida de Collado”; precisamente por la cercanía al lugar de terrenos de su propiedad, registrados en las manzanas nº 33, 34, y 42, mitad de la Mz. 43, y en la esquina de la Mz. 53 colindante con la Mz. 52 por donde cruzaba la diagonal. La avenida en cuestión servía para acelerar la circulación y evitar rodeos a los vecinos. Entre tanto, en una fotografía tomada en el año 1898 se puede apreciar el nivelado y marcado de la Diagonal de 17 varas ½ de ancho, hermosa, envuelta en el frescor con silencio de la mañana. Sus veredas estrechas y con pasos cada tanto apisonados con tosca, de cierto color blanquecino y flanqueada por un arbolado de plátanos para regalar su sombra en el estío.
En el contrato municipal de empedrado de calles que corrían desde la Estación del Ferrocarril Oeste hasta el almacén de “Martínez y Collado” y de ahí por Rivadavia hasta la esquina de la Sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires data del año 1916. Consultada la prosa del señor Ramón Duro- hijo de Ignacio Duro-, con confitería y hotel llamado “Hispano Argentino”, ubicado en la esquina de 25 de Mayo y Rivadavia, lugar en el que vivió desde 1874 a 1914, nos enteramos que a mitad de cuadra de la calle Inocencio Arias – hoy denominada Rivadavia-, ostentaba un portón de chapas de cinc por donde se internaban al corralón y, justo frente al mismo un “tremendo pantano”, donde se enterraban durante los días de lluvias los carros hasta sus ejes, y el visitante expresaba su asombro por el yuyal en el atajo hoy convertido en “Diagonal Hipólito Irigoyen”. A medida que se acercaba a la Plaza Balcarce había otro “bache peligroso” sobre José C. Paz, hoy calle 25 de Mayo, frente a salida de la «Jabonería de Collado”, en donde muchos años más tarde funcionó el nuevo taller de la FORD, concesionarios Solpico – Suimer y hoy cochera de automóviles. En aquella jabonería se fabricaba jabones y velas de sebo utilizadas en los hogares para alumbrarse. La segunda recorrida lo lleva al cruce de la diagonal por las calles Rivadavia y Balcarce; bajando el pie de la vereda, se divisan los pasos peatonales de canto rodado para evitar el lodo y a su alrededor la visión directa del barro batido por el paso de los caballos y carruajes, que originaba que más de una dama cayera cuan larga era tras el resbalón ante la sonrisa disimulada de los curiosos. Esta innovación permitió a los transeúntes caminar sobre los pasos construidos con trozos de piedras de forma rectangular salpicadas de granito blanco grueso. El nuevo gobierno municipal en 1948, proclama la avenida con el nombre “Diagonal Hipólito Irigoyen” al realizarse el cambio de la Nomenclatura Catastral Municipal, nombre impuesto en homenaje al presidente constitucional que ejerció su mandato entre los años 1916 a 1922.
SEMBLANZA EDILICIA
El local original de la firma fue ampliado a partir de 1880, construyéndose un nuevo edificio que se ha conservado hasta nuestros días sin grandes cambios por sus sucesivos dueños; su diseño original en forma de “L”, que se caracterizaba por sus peculiares y alargadas salas de piso de pino oregón utilizadas para almacén y tienda. La estructura de los edificios de la época era más o menos similar, aun cuando unos tenían techo de chapas a la vista y otras como en este caso, un cielorrasos de madera. Su frontis exterior se exhibía íntegramente revocada con cemento, en la esquina la ochava con una puerta, de donde se ingresaba directamente a los escritorios. A guisa de adorno coronando el frontispicio de la esquina, tiene grabado el año 1880. Se observan a simple vista, numerosas molduras de perfil uniforme adornando sus paredes exteriores en exacta forma, tamaño y posición de las partes. Su cornisa está coronada por una balaustrada dispuesta en tramos rectos de 81 pequeñas columnas cilíndricas de cemento enlazadas por 20 barandales que separan los cuerpos de las barandillas cilíndricas. Su portada muestra mensulillas bajo cornisa y en la parte inferior 15 rejillas para ventilación por debajo del piso de madera; con 10 puertas de acceso de dos hojas, angostas, con vidrios y postigos sostenidos con tronillos y tuercas mariposa y dintel que carga sobre las jambas que lo sostienen, dos vidrieras y una ventana ciega. Las aberturas perdían su color por los rigores del clima, las que fueron protegidas por pesadas persianas de chapa acanalada que se subían y se bajaban, previo oír el estrépito chirriante del deslizar de las cadenas, más perturbador que los quejidos, sea el horario de apertura o de cierre al público. Algunas persianas, en su parte inferior tenían una puertita, a la que aseguraban con llave y utilizaban para introducirse o salir del local. Cuando en el invierno el frío comenzaba a pesar, se templaba el aire de los salones con brasas de carbón colocados en un brasero. Por aquellos años, la arquitectura italianizante tuvo un predominio nítido en el paisaje urbano de Suipacha, fruto del proceso de transculturación de los constructores italianos con amplia repercusión en el gusto popular argentino.
Circundan el edificio amplias veredas de baldosas de cuatro metros de ancho con un añoso arbolado de plátanos similares a los colocados en la plaza principal; era costumbre ver cerca del cordón de la calle argollas aseguradas al piso para atar caballos. Asentado en la memoria un patio de tierra con un molino de viento para extraer agua, cuyo rotor de múltiples aspas estaba fijo a una estructura metálica, el cual se divisaba a la distancia, sobresaliendo por encima del edificio su veleta de orientación del viento y my cerca algún palenque para sujetar los animales.
DISTINTAS DENOMINACIONES SOCIALES
La firma comercial Coincer S.A, debe su nombre a la asociación de las palabras “Comercialización Integral de Cereales”. Es la continuadora de otras sociedades que existieron anteriormente, perfectamente entroncadas con cada una de ellas, desde su fundación en 1877 hasta nuestros días, computando 133 años de ininterrumpida actividad comercial. Los sucesivos cambios de denominaciones se dieron por el tipo de sociedad que integraban. Las actuales oficinas de Coincer S.A. de sobrio diseño, combinan lo moderno con lo clásico, creando un clima interior cálido al recién llegado.
A lo largo de su historial comercial ha recibido distintas denominaciones sociales; a saber: en 1877 “Avendaño y Martínez”, en 1880 “Martínez y Collado”, en 1883 “Collado, Peña, Avendaño y Cía”., en 1904 “Salaverri, Herrán y Cía.”, en 1943 “Salaverri, Avendaño y Cía”, en 1948 “Avendaño Hnos, Herrán y Cía.”, tiempo después “Salaverri, Marroquín, Avendaño y Cía”., en 1964 “Marroquín, Vera, Pinedo y Cía.” , en 1974 “Casa Marroquín SRL” y finalmente en 1979 se transforma en una sociedad anónima, bajo al razón social “Coincer SA”, ejerciendo desde ese entonces un sostenido liderazgo en la zona. Cabe agregar a título informativo, que en este tipo de sociedades los socios conjuntamente o individualmente, responden por las obligaciones que contrae la sociedad. Mientras que la razón social se forma con el nombre de alguno, algunos o todos los socios y también, si en ella no figuran los nombres de todos los socios, con los términos “ y compañía” o su abreviatura “Cía.” También puede decirse que estos hombres se asociaron para el logro de un beneficio común, dado que la actividad que podían realizar por sí solo no le permitía satisfacer otras necesidades que las impuestas por la vida natural.
En fin, quedan en el recuerdo apellidos como Martínez, Collado, Avendaño, Marroquín, Vera y Salaverri, que en sus primeros años vivieron en la sede social en habitaciones que daban al patio. Sus miembros con los años fueron habilitados – hábiles para nuevas responsabilidades – y luego incorporados como socios, aportando un capital y asumiendo responsabilidades en la distribución de las utilidades y soportando las pérdidas, todos ellos pertenecieron a la vorágine inmigratoria europea arribada al Río de La Plata y en las que anidaba el fuego de una vida mejor.
EL SERVICIO DE CORREOS- LA ESTAFETA POSTAL Y CORRESPONSALIAS BANCARIAS
A mediados de 1880 comienza a funcionar en la casa de comercio de los señores Avendaño, Martínez y Cía. una estafeta postal provista de buzón, venta de estampillas, cobranza de letras y pagos de giros postales. Desde temprano abrían sus puertas recibiendo a numerosas personas que realizaban trámites. En 1895 se traslada a su nueva sede, presumiblemente a la oficina de Correos y Telecomunicaciones que existiera hasta hace algunos años sobre la calle Belgrano entre 25 de Mayo y Balcarce. EL buzón que se usara se conserva en el museo histórico anexo a la Biblioteca José M. Estrada de esta ciudad. En la década de 1940 eran corresponsales del Banco Español del Río de la Plata y del Banco de Galicia y Buenos Aires.
CENSO COMERCIAL PROVINCIAL DEL AÑO 1883
El Censo Comercial del año 1883 realizado por las autoridades provinciales, indicaba la existencia de una “Tienda, Almacén y Barraca a nombre de Collado y Martínez y/o Martínez y Collado” según el rubro explotado. Señalaba también que en Suipacha había 10 almacenes, 8 barracas, dos carpinterías, dos panaderías, dos tiendas, una botica y otras actividades sin especificar.
SEDE PROVISORIA DEL TEMPLO CATOLICO
Entre tanto en el año 1889 se descubría la piedra fundacional de construcción del templo católico. La primera capilla estaba construida de ladrillos francés asentados en barro, con paredes sin revocar, estilo rancho, en el emplazamiento que todos conocemos. La firma Collado, Avendaño y Cía. en esa oportunidad cedió temporariamente un galpón al Cura Párroco Ciro Placo, quien era admirado por la religiosa austeridad de sus costumbres y por sus ideas de progreso. El 3/2/1889 se formó la Comisión Pro-templo de la que fue prosecretario el señor Francisco Avendaño. El lugar cedido era conocido por el vecindario como “la jabonería de Collado” con frente a la calle 25 de Mayo. El préstamo de uso fue para que el sacerdote oficiase misas. La utilización del inmueble finalizó en el 4 de octubre 1892 oportunidad en que se consagra el nuevo templo en presencia de importantes autoridades eclesiásticas, entre los invitados estuvo presente el Vicario General de la Arquidiócesis de Buenos Aires Monseñor Antonio Mariano Espinosa. Dicha inauguración coincidió con la celebración de la festividad pública de nuestra Señora del Rosario, instituida como la Santa Patrona de nuestro Pueblo desde su fundación por iniciativa de Doña Rosario Suárez.
ENSANCHE DEL EJIDO URBANO
En el plano de ampliación del centro de la traza urbana del pueblo de Suipacha del 1 de Septiembre de 1899 confeccionado por el agrimensor Teodoro Catalá, se consigna que el 31 de mayo de 1879 el gobierno de la provincia segregó este Partido del de Mercedes, al que estaba adscripto nombrándose sus primeras autoridades, la que tomaron posesión de sus puestos el 3 de agosto de 1879.
Según el plano de Ampliación del Centro de la Traza Urbana del Pueblo de Suipacha del 1/9/1899, las parcelas de tierra adquiridas por la Casa Martínez y Collado eran los Lotes 2 y 3 de la Manzana 44 y sus vecinos más próximos fueron por calle Balcarce hacia San Martín los señores P. Ferlen y Ricardo Vitellini; sobre Rivadavia hacia 25 de Mayo el señor Coglan, Dillón y en la esquina el Almacén “El Italiano” de Juan M. Testa Díaz; sobre 25 de Mayo lindaba con J. Ploll y Enrique Dihel. En las esquinas de la diagonal, cruzando la calle Balcarce la propiedad de Sucesores de Flaggan, por Rivadavia, Collado y N. Peña y haciendo cruz con la Manzana 52 dividida por la Avenida con las parcelas esquineras nº 7 y 4.
INCORPORACION DE NUEVAS ACTIVIDADES COMERCIALES
Muchas generaciones de suipachenses desfilaron por su tienda, que ocupara el ala que da a la calle Rivadavia, a continuación el local para la venta de repuestos, el portón de ingreso al corralón e inmediatamente el acceso al taller mecánico dirigido por don Laurentino Hernández. El ala del salón sobre calle Balcarce fue utilizada para almacén de ramos generales y su entrada principal era por la esquina de Rivadavia y Balcarce. La tienda y mercería fue lugar de la cita obligada de damas y jóvenes suipachenses que daban un toque familiar al comercio. Las señoras mayores concurrían impulsadas por las rebajas de temporada, todo influenciado por el buen ambiente que reinaba. Al hablar de la tienda no se puede dejar de mencionar al señor Isaías Vera, que cuando se trasladaba por el salón no dejaba de sonreír, que después de acogerse a la jubilación regreso a su patria. A lo largo de su historia la empresa ha incorporado nuevas actividades, es así que en una “Guía Comercial del Ferrocarril del Sudoeste del año 1940” señalaba que la firma “Salaverri, Marroquín, Avendaño y Cía.” eran los únicos acopiadores de cereales y ofrecían a su clientela servicio mecánico y ostentaban orgullosos la representación de Ford. Gracias a las muy buenas referencias comerciales obtuvieron el permiso para funcionar como agente de YPF para distribuir sus productos y revender a las chacras combustibles en tambores de 200 litros. Tiempo después agregaron la comercialización de lubricantes, grasas y aceites marca YPF. Otro paso adelante fue convertirse en concesionario de la empresa Ford Argentina lo que les permitió comercializar unidades nuevas y usadas, brindando el servicio de tasaciones, técnico, venta repuestos, mecánica en general y contratación de seguros del automotor. En el Nº 2 de la Guía comercial, industrial y agrícola del Partido de Suipacha del año 1943 la firma figuraba como Agente de Ventas de las maquinarias Deering y con taller de soldadura autógena.
La venta de gasolina se realizaba desde un surtidor instalado en la vereda que daba a la calle Rivadavia a mitad de cuadra. El surtidor estaba colocado frente a la puerta del puesto donde se vendían repuestos y accesorios para el automóvil; el sector se encontraba a cargo del señor Miguel A. Botta. El expendio del combustible era manual, mediante una palanca de bombeo. El surtidor de nafta abastecía a los vehículos del pueblo, en la parte superior tenía un letrero con la marca, más abajo dos bochas de vidrio por donde subía y bajaba el combustible, en su parte media una manija para operarlo si se interrumpía la corriente eléctrica y tenía una manguera de color negro con un graduador en su punta por la cual circulaba el líquido que se extraía de un tanque subterráneo. Sobre Rivadavia a mitad de cuadra, se ingresaba al taller mecánico, que después con los años, en la década del sesenta se traslado al nuevo edificio de 25 de Mayo, sitio en el que se desarrollaron los servicios de mecánica en general, reparación de frenos, electricidad del automóvil, alineación, balanceo, cambios de neumáticos, venta de repuestos y venta de unidades. En el taller anexo de chapa y pintura dirigido por el señor Raúl Pissoni se realizaban reparaciones de abolladuras de choques, arreglos de chapas picadas, eliminación de bollos y golpes ocasionales, todo efectuado por manos expertas que terminaban con un problema.
El almacén y tienda mantuvo sus puertas abiertas hasta a mediados de los sesenta. El cambio de rubro y el inicio de nuevas actividades comerciales fué impulsado por la incorporación de nuevos socios y cambios de orientación comercial.
ADQUSICION DE PARCELEAS DE TIERRA
La sociedad comercial “Martínez y Collado” & Cía. adquirió parcelas de tierra urbanas a la fundadora del pueblo. Por Ley del 18 de octubre de 1889 se decretó el ensanche del Ejido, vendiéndose las chacras en remates en los años 1895, 1896, 1897 y 1899 respectivamente. El citado inmueble, registrado como parcelas 3 y 4 de la Mz. 44 se halla ubicado frente mismo a lo que se considera el centro geográfico de Suipacha, enterrado en la esquina hay un indicador de acero según planos de la fundación elaborado por el agrimensor Pedro Saubidet, distante a ciento cincuenta metros de la estación del Ferrocarril Oeste, a dos cuadras de la plaza principal y escasa distancia de la filial del Banco de la Provincia de Buenos Aires. De acuerdo a la actual nomenclatura esta ubicado en la calle Rivadavia Nº 215 haciendo esquina con la diagonal Hipólito Irigoyen y Balcarce. En dicha sede se atienden diariamente a los productores agropecuarios y a los vecinos.
ACOPIO DE CERALES
Lejos quedó el acarreo de bolsas al hombro de changarines hacia los galpones del Ferrocarril. Recordemos que la bolsa de arpillera era la forma de acopiar cereales, hasta que llegó el momento del almacenamiento a granel. A comienzos de los años setenta comenzaron la construcción de silos, la que actualmente es una moderna y espaciosa planta de acopio y acondicionamiento del cereal en graneros de chapas galvanizadas, que satisfacía las necesidades locales para almacenar miles de toneladas. El almacenaje no generaba riesgos de combustión y protegía a la semilla de la humedad, insectos y hongos. Su primer planta de silos se ubica en el Barrio de Suipacha Chico, cerca del desvío ferroviario, linda calle por medio con la ex – fábrica de refrigeración de leche “La Betti – Aurrera”. La citada ofrece a sus clientes los servicios de secadoras y volquetes de descarga, como así también una amplia plataforma de estacionamiento de camiones en terreno vecinos del ferrocarril y una balanza pública con el objeto de comparar pesos, provisto de un mecanismo a prueba de la trepidación. También incorporaron a su patrimonio otra planta ubicada sobre la Ruta Nacional Nº 5 en dirección a Chivilcoy. En la actualidad el lugar ha sido remodelado ofreciendo a los ocasionales transeúntes una vista agradable. De este importante complejo cerealero parten camiones contratados a terceros con granos para descargar en el puerto de Buenos Aires. La empresa COINCER SA además de ser acopiadora y comercializadora nacional de semillas, cumple con los controles más exigentes de calidad y seguridad alimentaria, lográndose productos sin contaminación alguna. Es distribuidora de agroquímicos, de insumos diversos y ofrece a quien lo solicite la cotización diaria de los granos, poniéndose al servicio del hombre de campo para apoyarlo en la elaboración de sus planes de negocios y brindando charlas sobre cultivos, de interés general y manejo de la tierra. Al principio del año dos mil contaba con una capacidad de almacenamiento de sólidos, entre las plantas de la Ruta Nacional Nº 5 y la del centro de 38.510 toneladas según fuentes del Ministerio de Asuntos Agrarios (C.F.I- año 2002). En esta área de explotación no podemos dejar de mencionar al Gerente, don Guillermo Alberto Lawler, cuyos rasgos físicos denotan seriedad y carácter, unido a su dinamismo y eficiencia, persona consustanciado desde muy joven con las metas de firma, con los años se convirtió en Director y Presidente del Consejo de de Administración, brindando consejos a su pares y reconocido en nuestro medio como un asesor altamente calificado. Por otra parte, merece destacarse el compromiso de los empleados, sin distinción de nacionalidades y jerarquías que supieron complementarse con sus directivos para el logro de los objetivos de la empresa, sobresaliendo el trabajo en equipo, el liderazgo y motivación.
REMEMBRANZAS
Retornando a la actividad de almacén y tienda, de lo que yo recuerdo por vivencia propia, me parece que aún hoy me veo esperando frente al mostrador apretando entre mis manos la vieja libreta de almacén de tapas negras de hule, en donde se anotaban las compras al fiado. Sobre las altas paredes interiores se sujetaban enormes estanterías de madera de muchos estantes y en su parte inferior buches cerrados con tapas de madera en los que almacenaban harinas, azúcar, fideos, yerba, porotos, sal fina, garbanzos, productos éstos que se expendían sueltos, esta son estampas pertenecientes a una época que no volverá. La empresa tenía en la década del cuarenta la exclusividad en la venta de los inmejorables vinos “Arizu” y de la afamada yerba mate “Agricultor” y de las cervezas marca “Halcón”. Otras de las actividades desarrolladas era brindar al productor local cobertura contra accidentes de trabajo a través de la reconocida aseguradora nacional “La Primera”.
Como muestra de casa de campo, en un extremo de salón de ventas dos grandes ganchos del que colgaban tiras de salames, jamones y otros embutidos. De los otros ganchos amurados a las paredes colgaban sogas, arneses, tramperas, encerados y en la esquina del salón un cartel de prolija caligrafía a tiza anunciando las ofertas de la semana y detrás de éste se divisaba un alto pupitre de roble destinado a escritorio, donde los tenedores empleaba libros grandes y pesados, donde asentaban día por día las ventas, indicando por cuenta de quien se han efectuado, quien ha resultado comprador, precio y condiciones de pago y demás especificaciones que se estimen necesarios. Los empleados para el resguardo de la vista utilizaban viseras contra los reflejos de la luz y las operaciones contables se asentaban con lapiceras que en sus puntas llevaban una pluma de metal, parecida al pico de las de aves cortada para escribir por donde se cargaba con tinta sólida desde un tintero de vidrio, colocado en un orificio del mueble para que no se derramara sobre la hoja de trabajo, para ello se apoyaba un papel secante encima de lo escrito para secar, ese trozo rectangular de papel absorbente se veía percudido de numerosas manchas de tinta color azul. Sobre el largo mostrador la caja registradora y en el interior de la oficina contable una caja fuerte, tipo ropero rectangular, a prueba de incendios, de una sola puerta, con cofres interiores con llaves, paredes de hierro y sus medidas 1,60 m de alto por l,00 m de largo y 0,70 cts. de ancho. Sobre la caja fuerte reposaba un reloj de cuerda, con caja de roble, números romanos y sonido de campana. Al medio día o al cierre, se efectuaba el recuento del dinero que se entregaba al encargado del escritorio.
En cuanto a los registros pluviométricos de la semana y las estadísticas de acumulación de precipitaciones eran muy solicitadas por los rematadores de ganado, pues con ellas se conocería anticipadamente como incidía el traslado de animales en pie en épocas de mal tiempo en la determinación del costo y en la ponderación final del precio. En planillas creadas al efecto se anotaban las lluvias caídas anotando el mes con indicación de parajes o cuarteles. Esta modalidad bien aceptado por el productor, incrementó su información en los años que siguieron con datos sobre cantidad de superficie sembrada en hectáreas, cantidad de superficie cosechada, rendimientos kg/ha y la producción por toneladas.
La gente de campo venían siempre con sus familias los días sábados o los domingos a misa y algunas veces se quedaban en algunos de los hoteles existentes, que eran de jornada completa y de medio día los domingos, oportunidad en que hacían los pedidos de vituallas; que no se terminaban nunca de preparar, habitualmente eran retirados los domingos después de misa. Los empleados se destacaban por sus guardapolvos grises, cuidada apariencia personal, manera de expresarse y contracción en el trabajo bajo la atenta mirada de sus dueños. Detrás de mostradores de madera de cinco metros de largo los empleados hacían la cuenta, mojando de vez en cuando con su lengua la punta del lápiz tinta, cuando su marca no era legible, lo apoyaban en la oreja preferida para no extraviarlo o lo ataban a una pata del mostrador con un piolín cuyo largo no les entorpeciera facturar.
Por lo que se refiere a las estanterías y repisas servían para colocar botellas de bebidas, latas de conservas, utensilios y vajillas, paquetes de yerba, fideos, velas, botellas de barro, botellones con caramelos, piezas de telas, latas de galletitas con vidrio para conocer su tipo, en los escaparates géneros de distinta calidades, percheros para ubicar trajes y vestidos y un sin número de artículos más. Sobre el mostrador una balanza de dos platos de bronce relucientes con su cajoncito de pesas ordenadas por kilogramos; en uno de los platos colocaban las pesas y en el otro el producto comprado por el cliente para medir el kilaje. Cada sector contaba con una caja registradora accionada a manivela, varias medidas enlozadas y de hojalata para despachar suelto vinos, aceite y kerosén y los respectivos cucharones para levantar azúcar, arroz, porotos y fideos. En algunos de estos comercios, tenían “anexo un despacho de bebidas” y sobre el mostrador se distinguía una delgada capa de estaño, sobre la que se depositaban las copas con las bebidas solicitadas, estos comercios en su mayoría contaban con sótanos donde guardaban al fresco las bebidas y los fiambras para orear.
EL ARTE DE ENVOLVER; REPARTO Y YAPA
Conocer el secreto de envolver se convertía en un orgullo para los empleados, ese arte se debía enseñar a todo empleado que ingresara, se usaba papel manteca grueso o de estraza que se utilizaban según sea el producto. Para los novatos era el ejemplo a superar de mayor complicación técnica y del más feliz resultado. Respondían a la técnica del estilo, empleados muy habilidosos, que colocaban la mercadería sobre el papel y le hacían un doblez, con las dos manos, a la vista del cliente, tomando los ángulos y con una voltereta cerraba el paquete que quedaba parecido a una empanada. En aquellos tiempos, se vendía al por menor el azúcar, la yerba y el arroz, algunos productos venían en bolsas de arpillera blanca, codiciada por las mujeres para hacer trabajos manuales. En un sector apartado del resto de las actividades, por razones de higiene, un empleado con manos enguantadas, se encargaba de vender carbón, kerosén y solventes, sitio que se denominaba “El Corralón”.
Para las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes estaban abarrotados de pedidos de mercaderías, bebidas, frutas secas, pan dulce, turrones, sidras y regalos que había que prepararlos prestando mucha atención y ordenarlos por dirección postal para luego ser repartidos en los respectivos domicilios ; todo con celeridad y puntualidad. Habitualmente se preparaban los pedidos y se distribuían a partir de las 16 horas, en los primeros tiempos por un empleado a pie con una canasta debajo del brazo, después con una jardinera y en tiempos más modernos el triciclo o un vehículo automotor. La entrega de almanaques con motivo de las fiestas de fin de año era muy esperado, de parecido formato casi siempre, dichos calendarios servían de guía señalando las actividades más importantes, tales como predicción de las fases de la luna, horario de sol, santoral al que recurrían algunos para colocar el nombre al recién nacido, indicación de feriados y recordatorio de vencimientos de imposiciones y préstamos. Con motivo de las fiestas de fin de año, todo los 8 de diciembre de cada año se armaba la vidriera con el arbolito de navidad y el pesebre, que eran admirados por las familias durante sus paseos matutinos.
A propósito, un signo de bondad y gracia era el reparto de la yapa a los niños, los pequeños eran convidados con caramelos o masitas y los mayores que pagan puntualmente de sus cuentas, se hacían acreedores de una botella de vino o licor. Seguramente fue una postal diaria todas las mañanas, destornillar las mariposas que sostenían los postigos de las puertas de dos hojas, subir y bajar las persianas y oír sus chirridos agudos.
LOS SUEÑOS QUE LLEGARON DEL OTRO LADO DEL ATLANTICO
La Argentina moderna surge a principios del Siglo XX como resultado inmediato de la inmigración masiva. Sus iniciadores llegaron del otro lado del Atlántico, sus sueños se hicieron realidad en Suipacha. Recordamos a José Collado, Miguel Avendaño, Fermín Salaverri, Alfredo Marroquín, Isaías Vera, Mayor, todos de honesta y destacada actuación en nuestro medio y a los numerosos empleados – españoles y argentinos – que pasaron por la empresa, algunos llegaron a ocupar altos cargos. Con el tiempo José Collado y Miguel Avendaño, fueron fundadores de Instituciones Intermedias de Suipacha, entre ellas la Sociedad Española de Socorros Mutuos, decana entre las instituciones civiles sin fines de lucro y el Club Atlético Social Comercio, creado por personas vinculadas a las actividades mercantiles en agosto de 1916. Entre otros, don Fermín Salaverri vinculado con la sociedad, llegó a ser designado Comisionado Municipal entre los años 1943 a 1944.
FESTEJOS DEL CENTENARIO DE LA EMPRESA
Los Directivos y Empleados evocaron a través de festejos el centésimo aniversario de la creación de la firma.
El periódico Suipacha – nº 1321- del 26 de octubre de 1977 anunció en su primera plana que la “Casa Marroquín SRL” decana de las firmas comerciales de Suipacha, iniciada hace cien años ofreció al pueblo en forma gratuita un programa de espectáculos artísticos de gran jerarquía, ente ellos la actuación estelar del rey del charango Don Jaime Torre. Así la fiesta con su espectacular artista, fue objeto de atracción del público, que buscaban en él la firma de autógrafos.
Es justo señalar que la empresa durante sus ciento treinta y tres años de vida ha estado todo el año junto al productor agropecuario, presente en todas las exposiciones rurales de Suipacha y apoyando las manifestaciones culturales, deportivas y sociales de la comunidad, con sus donaciones y también colaborando con sus publicaciones en los medios de comunicación masiva de Suipacha.
CONCLUSIONES
No olvidemos que la patria nació antes de 1810. El próximo 25 de mayo se celebra el “Bicentenario de la Revolución de Mayo”. El 7 de noviembre de 2010 se cumplen doscientos años de la “Batalla de Suipacha”, primer triunfo de las armas criollas en la guerra de la Independencia Nacional. Y también durante la primavera de 1810 el coronel Pedro A. García inició el relevamiento del terreno de Suipacha hacia Salinas Grandes y en su diario de campaña nos cuenta: “Las Pampas, lunes 22 de octubre de 1810, llegamos al paraje nombrado el Durazno, donde se durmió. Sigue….. se ven pequeños trigales muy frondosos, algunos ganados vacunos y caballares, con pocos puestos de haciendas; cada una de esa poblaciones es un receptáculo de indios”, de éste episodio se celebran doscientos años.
En el año de ambos Bicentenarios, el autor espera que el lector comparta su trabajo al evocar en las pausas de la lectura, a los que forjaron con sacrificio este presente. Considera que es hora de despertar conciencias, para la preservación del patrimonio, que es una obligación de toda la Sociedad, a fin de que los testimonios, bienes e inmuebles de nuestro pasado sigan en pie y se les evite el riesgo de convertirse en alimento de las piquetas inmobiliarias o de los ávidos vendedores de objetos mobiliarios y se conviertan en apenas un melancólico recuerdo.
La visita donde se yerguen las paredes perimetrales del edificio de Coincer SA, nos asoman a un pasado que es el eslabón entre el ayer y el hoy de nuestra ciudad. Con este bosquejo quiero rescatar la fuerza del pasado y lo mucho que se nos fuga por los caminos el olvido.
PARTIDO DE SUIPACHA
Límites, Extensión y Población:
El Partido de Suipacha limita al N.E. con San Andrés de Giles y Mercedes, al S.E. con Navarro, al S.O. con Chivilcoy y al N.O. con Chivilcoy y Carmen de Areco.
Su extensión es actualmente de 933,40 kilómetros cuadrados y su superficie agropecuaria de 90.648 hectáreas. La densidad es de 9,42 habitantes por kilómetro cuadrado. (Datos del Instituto Nacional de Censo- Información Provisoria del año 2001)
Su población total asciende a 8.904 habitantes. Distribuidos de la siguiente manera: en la ciudad de Suipacha 7.149 habitantes, en la localidad de General Rivas 472 habitantes y en la Zona Rural 1.755 habitantes. (Según fuente del Censo Nacional 1999/2001.)
Localidades dependientes de SUIPACHA:
Son General Rivas y Román Báez, ambos quedan dentro de la jurisdicción del Partido de Suipacha, teniendo el primero el ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, hoy San Martín y acceso por Ruta Provincial Nº 48 actualmente pavimentada. El segundo recibe el ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento hoy suspendido.
El 24 de septiembre de 1875 el senado de la provincia aprobó la traza del Pueblo de Suipacha que lleva el mismo nombre que el Partido, creado por Ley de División de la Campaña al interior del Río Salado el 24 de octubre de 1864.
Intersección de calles Rivadavia, Balcarce y Diagonal Hipólito Irigoyen:
El agrimensor Pedro SAUBIDET confeccionó el plano que elevaron los esposos Basilio Labat y Rosario Suárez de Labat el 11 de mayo de 1875 proponiendo la fundación del pueblo, en el cual se indica como centro geográfico la esquina de la diagonal contra otra versión que lo ubica en terrenos de la Escuela Nº1.
En citada esquina de gran movimiento comercial, sobre Balcarce, en vereda opuesta, abrió sus puertas quizás la más antigua y tradicional botica de Suipacha, cuyo edificio que permanece en pie, denota un acabado estilo de inspiración mediterránea. Se conoce que el primer farmacéutico se estableció en 1890, don Nicolás Mancini precedió a Juan Laumet, luego llego don Ignacio di Bartolo que designó como idóneo a don Teodoro Caballero ingresado al país en el año l937 y que fue su continuador hasta hace unos años.
Curiosidades:
Sobre la vereda donde funcionó la primera farmacia, colgaba de una columna de hierro un farol, cuya sombra recta se hundía más allá de la esquina y tocaba suavemente la tierra.
En décadas subsiguientes se colocaron en los edificios adyacentes apliques para faroles para mejorar la iluminación nocturna, aún subsiste sobre el ala del edificio que fue destinado a almacén, sobre del dintel de la primera vidriera, un soporte para izar faroles a gas de la propia. Aún se conserva sobre la pared que da Rivadavia, un soporte de la bocina que usaba la Publicidad Oral Sarmiento de propiedad del señor Néstor García, que funcionaba desde 11 a 12 y desde 16 a 19 horas, variando sus horarios de acuerdo con las estaciones del año.
BIBLIOGRAFIA:
Para realizar esta tarea he recurrido a documentos y sólo en algunos casos a la reproducción de versiones orales y he expresado mi opinión.
ARISTIDES M. TESTA DIAZ – Apuntes para la Historia del Partido y Ciudad de Suipacha – Ediciones Theoría – Biblioteca de Estudios Históricos – Suipacha, Septiembre de 1974.
ARCHIVO DEL MUSEO HISTORICO DE SUIPACHA: Anexo a la Biblioteca José M. Estrada – Colección de fotografías. Suipacha, Septiembre 2009.
ANTONIO SALVADORES – SUIPACHA origen y evolución política- La Plata 1941- (Congreso de Historia en Santa Fe – Director General Dr. Ricardo Levene.
BOLETIN LECHERO Nº 1 – Del Ferrocarril Oeste (F.C.O.) – SECCION AGRONOMIA – BUENOS AIRES – entre los años 1929/1930
EDICION ESPECIAL DEL PERIODICO SUIPACHA – Centenario del Partido de Suipacha – Ejemplar nº 695 – Suipacha, Octubre de 1964. Ejemplar Nº 1321- Centenario de la Casa Marroquín SRL – Suipacha, 26 de octubre de 1977.
PERIODICO NUEVA TRIBUNA – Ecos del Centenario del Partido de Suipacha – Nº 169 del 9 de noviembre de 1964.
FOTOS Y PLANOS DE EDIFICIOS Y CALLES – CD de la Comisión del Patrimonio Histórico – Plan Estratégico Municipal – Suipacha 2000 – y del Archivo Histórico del Museo de Suipacha.
GUIA COMERCIAL: del Ferrocarril Sud – Buenos Aires 1940
INDICADOR COMERCIAL E INDUSTRIAL – Dirección General de Censo –Provincia de Buenos Aires – Año 1883 – Fotocopia del Archivo General de la Nación.
PERIODICO NUEVA TRIBUNA – Columna “Hace tiempo y acá cerca…” – Artículos firmados por el profesor Arístides M. Testa Díaz – Suipacha, año 1958
RECONOCIMIENTO:
Mi profundo agradecimiento a la gentil colaboración brindada espontáneamente por el señor Alberto G. Lawler en la corrección de temas puntuales.